Tierra de nadie

Alberto Núñez Seoane

Infierno de cobardes

Es el título de otra buena película del gran Clint Eastwood, pero no es de la película sobre lo que voy a escribir, no. Aunque estamos comprobando en carnes propias, como la realidad supera a la ficción, no me termino de acostumbrar –¡menos mal!- a considerar ‘normal’ la miseria en la que el ser humano es capaz de enfangarse, rebozarse y rellenarse de mierda.

El inútil, pero ambicioso, para lograr lo que desea se suele amparar en la promesa fácil. El ambicioso sin escrúpulos se sirve de la promesa imposible para conseguir lo que ansía. El miserable utiliza a los unos y los otros para alcanzar lo que le obsesiona.

Voy comprobando la degradación a la que, sin apenas excepción, unos y otras están llegando. Y digo mal: no es que ‘estén llegando’, es que el oprobio era su condición, lo que mamaron y en lo que vivían; ahora, lo único que está sucediendo es que toda esa ingente podredumbre está supurando, saliendo al exterior de los individuos despreciables que la albergaban.

Cutres, indignos y mediocres, pero sobre todo: cobardes. Incapaces, sin inteligencia para discernir, deducir… rozar la sensatez al menos; sin memoria para recordar, reconocer, poder rectificar…; sin la mínima capacidad de aprendizaje, inhabilitados, por tanto y a perpetuidad, para la mejora, el avance o el progreso: “Quod natura non dat Salmantica non praesta”.

Y cobardes, hasta el doler; cobardes de la peor calaña, la más baja, ruin y detestable; cobardes desde arriba, desde la seguridad, el escudo y el blindaje del poder; ¡cobardes!

Mueren personas que no tenían por qué haber muerto; se contagian quienes no debían tener que haber pasado por eso; se arriesgan las vidas de médicos y enfermeros, de policías y militares, de comerciantes, transportistas y obreros sin que necesariamente hubiese tenido que ocurrir así. Ellos, permanecen al margen: siempre desde arriba, con privilegios inconfesables, excepciones de vergüenza, prerrogativas obscenas, exenciones insultantes, dispensas bochornosas e inmunidades repugnantes.

Ellos mandan, pero no organizan; ordenan sin lograr salir del desorden; imponen, sin obtener resultados; exigen, sin cumplir. Ellos dicen… y mienten, y hablan… y engañan; ellos callan… lo que no deben; afirman, lo que no saben; prometen… lo que no pueden.

Incapaces de reconocer errores, impotencias u olvidos, incapaces de pedir perdón… Sacan el miserable pecho, ese que no tienen, y culpan a diestro y siniestro, tergiversan datos, ocultan información, manipulan verdades, mienten y vuelven mentir y siguen mintiendo; puede que vilmente acojonados, ‘y acojonadas”, como impúdicos cobardes que son, por la que se les puede venir encima. Hablan por sus teléfonos ‘seguros’, se reúnen en el máximo secreto, elucubran, suponen, se cagan…

Se organizan para ‘mañana’, preparan su estrategia de ratas de cloaca –esas que gozan entre la mierda- para salir lo mejor parados de “esto”. Y alguno hasta se ríe, con más de 5.000 muertos en la conciencia que no tiene, se ríe a carcajadas, a boca llena –me importa un carajo el motivo de su risa: yo no rio cuando ha muerto alguien que me importa-, y lo hace en el mismísimo Congreso de los Diputados, delante de toda España…

Sí, señoras y señores, para ellos sólo se trata de ‘todo esto’, y de salir de ‘esto’ como sea, pero sin perder el sillón. Esta tragedia irrecuperable, esta masacre imperdonable, esta inseguridad… el desasosiego de unos, la desesperanza de tantos, la angustia de muchos, parece que se lo traiga al pairo, sólo les preocupa conservar lo que tienen. No sé si les queda claro.

Sacan a sus perros rabiosos -’periodistas’ rastreros y babosos y cobardes también, capaces de todo por un pedazo de ‘País’, de ‘SER’ o de ‘la Sexta’- a tapar bocas incómodas, callar opiniones contrarias al ‘régimen’, despotricar y amenazar a disidentes… un verdadero paraíso para la progresía comunista, el edén para la intelectualidad marxista, lo que no es más que una vomitiva abominación por la que espero, terminen pagando.

El ‘aparato’ del partido, sostenido por débiles e indecisos, consentido por los ‘históricos’, jaleado por los radicales comunistas bolivarianos de ‘Podemos’; se resiste a caer. Incapaces de actuar como políticos de Estado –nunca lo han sido-, con amplitud de miras y generosidad –desconocen lo que eso significa-, sin dar la talla que se necesita, sin tener los conocimientos que hacen falta, sin poseer la gallardía, el valor y la decencia de sacrificarse por el pueblo al que se deben; andan todos mirándose al ombligo, buscando culpables que los ‘salven’, inventando historias que los exculpen. Como las ratas, abandonan el barco antes que los pasajeros; cuando es el capitán y su tripulación los que debieran permanecer firmes hasta el final, cualquiera que este sea.

No sé si hay un infierno particular para cobardes, de hecho no sé si hay infierno; pero si lo hubiese y El que ha de juzgarme decide tírame a él, le ruego que no sea en las mismas llamas en las que ellos arderán.

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