Injusticia literaria
Brindis al sol
Pasado medio siglo, ya resulta arriesgado recuperar aquella lista de narradores sin caer en algún involuntario olvido
El pasado día 12, José Antonio Carrizosa aludía, en un artículo, al grupo de novelistas andaluces que fueron acogidos, en las décadas sesenta y setenta del pasado siglo, bajo la denominación de narraluces. Con nostalgia lamentaba que de sus obras apenas quede recuerdo. Una opinión que compartimos muchos, y, por ello mismo, podría aprovecharse su mención para rememorar qué papel desempeñaron, dado, en efecto, el incomprensible olvido en que han caído. E injustificado, además, porque es difícil encontrar, en cualquier otro periodo de Andalucía, una presencia tan numerosa y cualificada de novelistas. Hasta tal extremo que, articulando unos títulos con otros, podría configurarse un vivísimo mapa literario y social de la conflictiva historia de estas tierras. Pasado medio siglo, ya resulta arriesgado recuperar aquella lista de narradores sin caer en algún involuntario olvido. Surgidos por azar, pero muy enraizados en Andalucía, gracias a la diversidad de sus argumentos lograron acotar casi toda la geografía meridional. Tal coincidencia y apuesta no se había dado nunca en el sur, excepto en el campo de la poesía. Lo sorprendente fue que, de pronto, por arte de encantamiento -aunque estimulados por el ejemplo del movimiento narrativo social realista que se difundía por el resto de España- naciera esa voluntad, con tal variedad de voces, para ofrecer tantos testimonios. Sin ningún apoyo institucional ni tampoco amparados por unas -todavía inexistentes- editoriales andaluzas. Novelas escritas en la mayoría de los casos con una gran exigencia técnica, pero, sobre todo, acumulando un elevado valor antropológico de aquella vida, expuesta entonces cada día más a desaparecer.
Ya se sabe que la justicia literaria es bastante aleatoria: salva y condena sin explicar razones. Sin embargo, duele que se haya dejado a esta generación de narradores tan olvidados. En sus obras recogieron el mejor tesoro documental (y literario) de una sociedad sometida a profundos cambios. Entonces, ninguna institución los alentó (aunque más tarde, en los ochenta, las nuevas instituciones democráticas los distinguiera de manera individual). Sus novelas respondieron, pues, a iniciativas individuales (aunque existieran amistades y complicidades), pero, lo significativo fue cada autor por su lado, por unos mismos años, escuchó una silenciosa y misteriosa llamada, como si un destino literario los reclamara y crearon el más completo mapa literario de Andalucía. No merecen permanecer en tan injusto olvido.
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