AUNQUE suene a nombre de urbanización moderna, quiero referirme a esas maravillosas praderas que se encuentran por doquier en el paisaje de nuestra provincia. Dehesas arboladas o simplemente pastizales ganaderos.

En Cádiz, aparte de campiñas, bosques y montañas, existe otro ecosistema sin alterar, donde pastan el ganado caballar y vacuno principalmente; razón por la cual existe una total ausencia de química. Ello propicia que plantas y aves convivan y prosperen en cantidades no equiparables a las zonas tratadas con productos químicos.

Mayo es el mes de las flores, y vaya si lo es. Basta con recorrer cualquier rincón de la provincia para contemplar unos jardines que ya quisiéramos tenerlos en nuestros parques públicos. Una sencilla cuneta atesora tantas clases de colores que es un placer para los sentidos.

Animo a recorrer los campos de Medina, Alcalá de los Gazules o La Janda, para encontrar todos los colores del arco iris rodeando al ganado retinto, principalmente, en una gama de matices que sólo es posible encontrar en la Naturaleza casi primigenia y salvaje.

Destacaría algunos colores. Rojo: el de la la zulla (Hedysarum coronarium), leguminosa muy apreciada para el ganado y que mancha de un intenso color sangre los bujeos de la provincia. Se usa como componente de praderas de siega o como cultivo forrajero puro, para henificar. Azul: de la viborera (Echium plantagineum), típica acompañante de los toros de lidia en el campo, alfombrando grandes extensiones a lo largo de las carreteras del interior de la provincia. Amarillo: de mostaza silvestre (Brassica alba), que se suele confundir con los jaramagos, y que combinado con el rojo de la zulla, componen retazos con los colores de la bandera española. O el rosa de la correhuela o campanilla (Convolvulus althaeodis), que tapiza enormes extensiones cuan humilde alfombra.

Podíamos seguir interminablemente. Pero no perdamos tiempo antes que los calores veraniegos nos impulsen a la playa y agoste nuestras flores: disfrutemos de este festival florístico.