¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

La Jauja vasca

El acuerdo entre el Gobierno y el PNV aumenta hasta el delirio la condición de niña mimada de la autonomía euskalduna

Contaba Fernando Savater que, cuando ETA aún imponía su ley en los valles y caseríos a golpe de nueve corto, un amigo suyo visitó San Sebastián y, estupefacto, exclamó: "¡Esto es como si hubiese un movimiento guerrillero en las montañas de Suiza!". No le faltaba razón. Los que pasearon por el País Vasco en los años del plomo se sorprendían por la riqueza y bienestar que exhibía una región que era víctima de la violencia terrorista más cruda. El viajero estaba tomando un aperitivo en el bar del Hotel Londres, junto a la Concha, y apenas podía imaginar que, instantes antes, a unos pocos metros de allí, un grupo hubiera asaltado y quemado un autobús urbano o, peor aún, le hubieran descerrajado un tiro en la cabeza a un comandante o a un concejal. Cierto que aquello no era la Jauja que imaginó Lope de Rueda, con sus calles empedradas con yemas de huevo, pero para alguien que venía de las precarias tierras meridionales bien lo podía parecer.

Imaginamos que parte de la responsabilidad de la Jauja vasca la tienen tanto las instituciones de esta región como sus habitantes, que siempre han presumido de ser laboriosos y honrados, así como de no estar contaminados por sangre mora o judía. Pero imaginamos también que en algo ha influido el concierto económico que coloca a Euskadi y Navarra en una posición de privilegio económico difícilmente justificable más allá de los mitos históricos sobre los que se mantienen. El profesor Rogelio Velasco, en su esclarecedor artículo Un acuerdo inaceptable, publicado ayer en estas páginas, proporcionaba una buena batería de datos que demuestran cómo el reciente acuerdo presupuestario entre el Gobierno del PP y el PNV aumenta hasta el delirio esta condición de niña mimada de la autonomía euskalduna: la financiación por ciudadano vasco es un 60% superior a la media española.

Ante esta situación, no tenemos ningún manto bajo el que refugiarnos. A la vista está que todos los partidos son cómplices, incluyendo el pretendidamente jacobino Ciudadanos, que cada día que pasa se acomoda más a los tejemanejes de la asimetría autonómica. Unos (los catalanes) se llevan la fama de peseteros y otros (los vascos) son los que recogen las monedas que lanza generosamente el padrino Rajoy. Estos últimos tiempos están acabando con muchos de los tópicos de la política española. Fueron los nacionalistas catalanes los que acuñaron aquella mentira de "España nos roba", pero aquí, quien de verdad ha pegado el castizo mangazo es Euskadi, que ha contado con la inestimable ayuda del Gobierno de la nación.

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