Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

Jerez-Cádiz: entre soleares y estribillos

El chovinismo mal entendido es un desbarre del yo localista. ¿Una fanfarronería encantada de conocerse? ¿Un brebaje de exacerbación y megalomanía? ¿Un alistamiento exclusivista y discriminatorio? ¿Una ovación a solas y hacia adentro del propio ombligo? ¿El espejo de la bruja de Blancanieves? Las personas chovinistas se empecinan en la exaltación circular de su realidad. Y así andan erre que erre con un inocultable aire de superioridad -que a menudo es delirante tozudez-. No precisamente Fuenteovejuna, todos a una. Ni tampoco el ‘Vota a Gundisalvo’ de la película de Pedro Lazaga. El chovinismo marida el delirio de grandeza con la fascinación de embudo, el furor con la ufanía, el desajuste con la vehemencia. El determinismo con el reduccionismo. El amor propio con la defensa a destiempo.

El chovinismo resta más que suma. Un imaginario pedestal que no tiende puentes. Que no vuela porque tiene alas de calcomanía en la planta de los pies. El chovinismo errático sube el telón de la ceguera para dejar al descubierto, al fondo del escenario, un forillo negro. Sin decorado de relaciones interprovinciales. Sin fraternidad entre localidades hermanas. Sin propuesta de acciones conjuntas en materia de industria, verbigracia. Sin alianzas de empresas que redunden en el repunte de oportunidades laborales.

El chovinismo empecinado es la cerrazón de la sinrazón. Porque encierra en el juego de las muñecas rusas la originalidad del ser. La constriñe en una idolatría local que en lugar de fortalecer la urbe natal, en vez de enjugarla de accesibilidades, la convierte en detritus. En piedra triturada. En la bella solitaria. En la metrópolis isla. En la voz sin eco. En chiringuito particular, en reino de taifa, en círculo vicioso y hasta en merienda de negros.

El chovinismo es la confusión -e incluso el confusionismo- de la parte por el todo: una mutilación innecesaria del expansionismo identitario. El chovinismo cazurro está encharcado de gerundios que se humean en el botafumeiro del yo, me, mi, conmigo. Abuso del intramuros e inadmisible rechazo del extramuros. Viene a mis mientes ahora el hit de Pablo López al cantar "fuera, vete de mi casa, tú no eres mi amiga". O el "celo por tu casa me devora" que le escuché ayer domingo al padre Redondo en su siempre luminoso comentario del Evangelio del día. O el atrincheramiento de la gente de la huerta tras la muerte del tío Barret en 'La barraca' de Blasco Ibáñez.

El chovinismo obtuso es como la carabina de Ambrosio, léase: un instrumento que no sirve para nada o cuanto menos no funciona como inicialmente se había previsto. El chovinismo más recalcitrante hace oídos sordos a cuanto se cuece allende su fronteras. Allende y lontananza y aperturismo son palabras prohibidas, anatemas, para los chovinistas. La peonza que gira sobre su propio eje sin variar el punto de agarre.

Para mí tengo que ni Cádiz ni Jerez son ciudades chovinistas. Tres mil años de libertad contemplan a la primera y un brindis al mundo caracteriza a la segunda. Jamás entendí el encono cainita entre ambas capitales de la idiosincrasia ciudadana con espíritu acentual -siempre a la sevillanas maneras- de Blanco White: "Bajando estoy el valle de mi vida y todavía se fijan mis pensamientos en aquellas calles estrechas, sombrías y silenciosas, donde se respiraba el aire perfumado que venía revoloteando…".

Mamen Sánchez y José María González 'Kichi' se han estrechado las manos de la colaboración institucional. Hora era, ¿verdad que sí doctor Luis Gonzalo González González? ¡Olé esta urdimbre Cádiz-Jerez, Jerez-Cádiz! Y el piropo que entrambas ha de cuajarse. "Pemán ha dicho de mí". No hay en el mundo un flor que se mueva mejor, apostilló un gaditano al respecto de una jerezana. La ocasión ahora es pintiparada para exorcizar trasnochados enfrentamientos entre dos cunas -la de la libertad y la del flamenco- que nunca supieron de chovinismos. ¡Que comience el cante por soleares y estribillos!

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