Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

Jerez y el fondo emocional de la Cabalgata de Reyes

Ramón María del Valle-Inclán -con su intuición de divino cristal que calzaba botines blancos de piqué- deduce en ‘La lámpara maravillosa’ que “la experiencia estética se mide por su fondo emocional”, según palabras del prologuista de la edición de Espasa Calpe Francisco Javier Blasco Pascual. No recelemos: la experiencia estética, en efecto, no contiene una función expeditiva. La experiencia estética tampoco posee unos cánones establecidos. “Su pretensión -señala Blasco- no es la de acrecentar, en aquel que la disfruta, la comprensión racional del mundo, sino la de provocar en él la iluminación de las emociones que duermen en el fondo de la conciencia”. Si extrapolamos la aseveración a lo sustancialmente local, podemos incidir en que la Cabalgata de Reyes Magos es por descontado una experiencia estética. Lo es en su conformación escénica y secuencial -y a su vez en su vertiente representativa y hasta interpretativa (en tanto en cuanto quienes la integran encarnan y asumen una alta función actoral)-.

Pero además la Cabalgata de Reyes Magos en esencia “se mide por su fondo emocional”. La Cabalgata de Reyes es como un cortometraje en el que todos los parecidos con la realidad no son pura coincidencia. A ojos vista -naturalmente- de los pequeñines. Si los actores -los extras- del cortejo desempeñan papeles históricos, la chavalería de la ciudad se representa a sí misma a tiempo presente: esto es: la ilusión del niño sempiterno (el de ayer y el de hoy y aquel que -pese a los palenques del peso y el poso y el paso del tiempo- siempre anidará en nuestro interior). Puro Rilke. Pura familia Aragón. Puro espíritu de Disney. Pura inocencia intoxicada de nada. Puro escaparate de la juguetería Álvarez. Pura aprensión a las tentativas de una raída bolsita de carbón. Pura tienda de don Diego Álvarez en calle Larga y su simétrica colección de soldaditos de plomo. Pura trastienda de Alimentación Paulino -esquina Gaspar Fernández con Bizcocheros- reconvertida durante algunos años en juguetería interior con cajas de Maldeman, Juegos Reunidos Geyper y futbolines Dribbling (fabricado por RIMA, años 70, con pulsadores mecánicos de presión mediante muelles)-.

La Cabalgata de Reyes no sabe de pandemias, de olas, de estadísticas, de contagios con efectos multiplicadores, de confinamientos sin soldadura médica, de PCR o de trashumanismo. Porque los chiquillos no merecen el desencanto quietista de la contracultura -o del boicot inhóspito de este virus pegajoso- cuyo vórtice trastoca el tictac de la tradición. Suspender una Cabalgata de Reyes entrañaría -hubiese entrañado- una acción contra natura de la propia emoción infantil. El coronavirus ya ha desplegado en demasía su sierpe de orgullo. Por esta razón hemos de aplaudir con frenético fulgor la decisión tomada por el Ayuntamiento de la ciudad. Porque al margen de un itinerario de amplias avenidas muy abiertas -¡a mí personalmente se me antoja acertada la decisión final!- nuestros representantes municipales no han tirado nunca la toalla, han desplegado todo un diagrama de posibilidades encima de la mesa, jamás bajaron la guardia, dieron el todo por el todo, no han escatimado esfuerzos y trazaron la cuadratura del círculo en pro de los niños jerezanos. Tanto nuestra alcaldesa Mamen Sánchez como la presidenta de la Asociación de Reyes Magos Gemma García Bermúdez han mostrado sentido y sensibilidad. Son ambas destinatarias del agradecimiento tácito de padres y madres. Han puesto toda la carne en el asador para cumplir la normativa sanitaria vigente. Y para regalar a los niños una jornada de ensueño. ¡Mil gracias! Mamen y Gemma conocen el “fondo emocional” de la Cabalgata de Reyes. Y ya escribió Valle que “conocer las cosas en su eternidad es conocerlas en un sentido divino”. ¿Y hay algo más divino -Jerez intramuros, ciudad adentro- que la ilusión de nuestros hijos en la noche de nervios del 5 de enero?

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