Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

Y Jerez se pintó dos coloretes

Como la fertilidad huidiza de un amor que está escrito en ninguna parte. Con la libertad de una paloma de algodón en el corazón de otra nube. Como la estrategia incontenible de un beso robado. Así Jerez y Cádiz, Cádiz y Jerez, se fundieron en una sola unidad este pasado viernes noche. Sucedió bajo mil serpentinas de canela y clavo. Como un embrujo indiviso entre la tierra del mar y la campiña del sol de Andalucía embotellado. Entre la piedra ostionera que abre las olas de una Salve marinera y el lamento de un quejío en Santiago que cierra el compás del cante jondo. Ocurrió cuando la luna lunera lorquiana -tan de Puerta Tierra, tan de la calle Nueva- se revistió de piconera e interpretó cantes de ida y vuelta. Ocurrió, sí, este pasado viernes, cuando la venencia de lo admirativo derramó el in vino veritas de su solera sobre un platillo de coplas con reflejos de escolleras azules.

¿Me preguntas que si de veras pasó? Te respondo con la fórmula del juramento de los cofrades gaditanos y jerezanos en la anual renovación de la Protestación de Fe de las Funciones Principales de Instituto: ¡así lo prometo y lo juro! Sí: lo juro por San Germán y San Servando, por la Virgen de la Merced y por la Virgen del Rosario, por el Greñúo -el Nazareno de Santa María- y por las melenas del campillero Cristo de la Expiración. Lo juro por la gloria de la tía Norica que sueña con las tablas del Villamarta. Por una mesita en el parque Genovés con sones flamencos de Manuel Torre. Por un plato de erizos en el velador de La Vega, sita en Plaza Esteve. Por Paco Alba sobre un caballo cartujano paseando el Puente Canal. Y por Lola Flores a bordo del Vaporcito.

Lo juro por la arena de la playa la Victoria y por la arena antigua de la Plaza del Arenal. Por Pemán entre aquel artículo periodístico del año que nevó en Cádiz -escrito en la plaza San Antonio- y su poema de la Feria de Jerez -plumeado en la finca del Cerro-. Lo juro por un redoble de emociones entre la Caleta y la calle Gaitán. Por la comparsa de Quiñones ‘La cárcel vieja’ y el ‘Carcelero’ de Manolo Caracol. Cádiz y Jerez, otra vez, como dos adolescentes enamoradizos, en la fugacidad de un cariñito inconfeso. Con campanas que contonean este romance furtivo entre los torreones que se disfrazan de estribillos y la torre de San Miguel con ecos de garganta flamenca de ‘la Paquera’. Con caballas regadas por una copa de Tío Pepe. Con los mandamientos de las letras de ‘La Eternidad’ que acaban de llevarse a la otra a orilla al bueno de Faustino Rodríguez del bar Juanito.

Lo juro por el imaginario del Baile de la Azucena -ejecutado por gitanillas de Jerez- y jaleadas por gaditanas que se hacen tirabuzones con las bombas que tiran los fanfarrones. Por la Ninfa princesa de un calendario revestido de febrero y por la Debla diosa de los estilos flamencos. Por el 3x4 de las alegrías y los fandangos… y por el 3x4 de la soléa e igualmente la soleá por bulerías. Jerez se pintó el viernes dos coloretes en la mejilla del local de Indoor. Acordes con textura de aguaje. Sonaron las voces edénicas de los contraltos. Y la riqueza musical de una comparsa miserable. Y se abrazaron entonces gente del barrio de la Viña y gente de la barriada de las Viñas. Y la jerezanía se pobló de lentejuelas. Y en la avenida Europa durmieron barquillas sin playa. Cádiz y Jerez, entre la Fragua de Vulcano del espíritu de la Tacita y la fragua de los martinetes del tío Juane. Llegó y se entregó la comparsa de don Antonio Martínez Ares. ¡Ahí es nada! Y Jerez no se contuvo. ¡Ole con ole! ¡Arsa y toma! ¡Qué bastinazo, chiquillo!

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