La historia canónica de la Transición sostiene que la mayor contribución de Manuel Fraga fue arrastrar a la extrema derecha al consenso democrático mediante la creación de ese partido de amplio espectro que hoy es el PP. Oí a alguien una vez replicar que fue al contrario, y desde entonces llevo pensando en su sugerente significado. Es decir, que el gran partido de la derecha española pudo ser el de Ruiz Giménez, Gil Robles, Abril Martorell, Garrigues o Rupérez, pero no, fue de un dirigente que no estuvo con la Constitución. Hubo una derecha extrema que contaminó el conservadurismo español con una nostalgia insana. Pienso esto en el congreso del PP, en la Caja Mágica, al echar de menos a José María Aznar. Los congresos populares han sido siempre muy aburridos, la única expectación giraba alrededor de las coces que Jose (sin acento, como lo embellece Ana Botella) le iba a dar a Mariano Rajoy. ¡Incluso ganando elecciones! Nunca está contento, él que se arrodilló ante el árbol de Gernika y el idioma de Pujol. El PP venía de muy lejos, pero en Madrid se ven ahora las chispas de tensión de una modernidad encontrada: votan, discuten y se pelean a causa de la acumulación de cargos, Mariano Rajoy es el último gran patrón de la derecha española, los siguientes serán elegidos por los afiliados. Jose, te lo han cambiado.

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