La nicolumna

nicolás / montoya

Juego de tronos

LA edad medieval en estado puro. Con nuestros alcaldes de la fortaleza jerezana en los banquillos de la inquisición laica, los amos de los calabozos fuera de sitio, los caballos llenos de polvo del camino, las torres del homenaje más rehabilitadas que nunca y los álfiles, enrocados, no hay sitio ni para algún jaque mate al rey ni para poder tirar un bocado a la reina, sea de la las marismas, de las campiñas o de las mismísimas tierras castellano leonesas. Está claro que nuestros reinos no son de este mundo, sino que se parecen cada vez más a los de Taifas de nuestros antepasados abderramanes. Las tierras parecen que tampoco. Ya no pertenecen a los terratenientes de antaño, ni están usurpadas por jornaleros de la Mano Negra. Los títulos nobiliarios en entredicho. Los súbditos, por su parte, más perdidos que los androides de las guerras de las galaxias.

Está claro que el poder crea adicción y nadie quiere perder prerrogativas. Le ha pasado al presidente de mi comunidad, que está en tratamiento psiquiátrico desde que le tocó dejarlo, y al párroco de San Nicolás.

En estas estamos y sin saber qué tipo de juego de ajedrez se traen entre manos los de siempre y los objetivos bélicos de los que usan cincho, espada y escudo para apostar fuerte en el mundo de la política actual. Ni que decir tiene que ante tanto juego sucio lo que prevalece es la táctica. Que ante tanta carta en la manga lo que se asoma es la picaresca. No sabemos si hemos perdido memoria histórica o es que también hemos perdido la consciencia e incluso la silla por esperar ir a Sevilla. Puede que en realidad lo que estemos perdiendo sea el norte. En estas luchas fratricidas lo que subyace son las ansias de poder. Nadie quiere perder protagonismo porque de esa forma las reglas del juego pueden volverse en contra. Las monarquías no quieren repúblicas, los políticos odian los movimientos sociales, los banqueros se alejan de las tarjetas sin dinero, las televisiones de pago del pirateo y los taxistas muy encabronados con los blablacars. Desde que los validos y las favoritas de la corte usurpaban, poco ha cambiado.

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