La ciudad y los días

Carlos Colón

Juicio paralelo a la Pantoja

LA Pantoja será o no antipática y desagradecida; quienes la traten lo sabrán. Habrá llevado mejor o peor su carrera; su mánager y su discográfica lo sabrán. Se habrá equivocado o no en su vida sentimental; ella y sus parejas lo sabrán. Habrá cometido delitos o será inocente; el juez lo sentenciará. Sin embargo está siendo juzgada, si no linchada, por medios que parecen haberse convertido en sus íntimos, su manager y su discográfica para criticarla; y en sus jueces para deliberar sobre su culpabilidad o inocencia. "El veredicto, hoy" afirmaba un programa en su cebo.

Convertidos en tribunales paralelos supuestamente populares, los medios se están cebando estos días con la tonadillera, convocando testigos pagados, fomentando indiscreciones y deslealtades, yendo mucho más lejos del lógico interés periodístico que suscita la participación de una estrella en uno de los casos de corrupción más ruidosos de nuestra reciente historia, adornado además con culebrones de amores corsarios y matrimonios deshechos.

Nada nuevo. Ya las estrellas de Hollywood conocieron los venenosos mordiscos de Louella Parsons -inventora de la columna de chismes que destroza reputaciones- o de Hedda Hooper. Y desde que existen las televisiones privadas -que poco han aportado al entretenimiento de calidad, menos a la información y mucho a la basura- ni la gran Imperio Argentina se libró de ello después de muerta, ni la igualmente grande Rocío Jurado cuando vivía. Da igual estar muerto, vivo o muriéndose.

Nada nuevo, insisto. Lo nuevo es la intensidad del ensañamiento. La competencia a la baja obliga a los medios a superarse en la carrera por captar audiencias a cualquier precio, por abyecto que sea. Lo peor no es siempre lo último, sino lo penúltimo. Los mecanismos de rectificación de los consejos audiovisuales no sirven, porque apenas si los atienden las cadenas públicas. Y las leyes no bastan, porque es mucho más lo que se ingresa por publicidad que lo que se paga por indemnizaciones.

Mientras haya público, habrá sangre. Y el público para la sangre no sólo no falta, sino que crece. Al final lo peor es que estas cosas no sólo dañan a personas concretas, se lo hayan ganado a pulso o no, sino a toda la sociedad: a quienes consumiendo estos programas, no sólo los hacen posibles, sino que les invitan a ser cada vez más despiadados, soeces, vulgares y agresivos. Titulaba una web televisiva: "El especial Operación Pantoja: Traición a Isabel logra un buen 16% (1.879.000 espectadores) en prime time y da a Antena 3 el liderazgo en el late night con un 25,4%". Esto es lo que hay.

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