"Esta hermana (La Tierra) clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. (...)

Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados está nuestra oprimida y devastada Tierra, que "gime y sufre dolores de parto" (Rm 8,22). Olvidamos que nosotros mismo somos tierra (cf.Gn 2,7). Nuestro propio cuerpo está constituido por los elementos del planeta, su aire que es el que nos da aliento, y su agua nos vivifica y restaura." (Laudato si,2)

Esta frase que se podría pensar que está pronunciada por Greenpeace o por cualquier grupo ecologista de última generación, pertenece al Santo Padre, el Papa Francisco, y no es un simple comentario, es la última encíclica papal que, como se sabe es una carta del Sumo Pontífice a los obispos del orbe católico y a todos los creyentes. Y añade Francisco: "y a todos los hombres de buena voluntad".

La encíclica empieza con la frase con la que San Francisco de Asís comenzaba su Cántico de las criaturas; una alabanza de hace ocho siglos a la Tierra y a todos sus habitantes. Esta llamada a la figura humilde y sencilla del santo franciscano no esconde una advertencia seria de Francisco sobre el cambio climático y sus consecuencias, y una seria y contundente advertencia a los católicos para una adecuación de su vida, hábitos y costumbres al mensaje papal recogido en el documento vaticano. El Papa advierte con claridad, pero se muestra esperanzado en la capacidad del hombre para reaccionar y dar un giro a la peligrosa trayectoria que ha emprendido la nuestra especie.

Muchos pensaran que el tema no es de incumbencia eclesial, que el Papa se equivoca, o que ya la Tierra o el mismo hombre adoptarán ciencia y tecnología para corregir esto. O que los países del rico norte ya inventaran algo. De esto también advierte la encíclica. En cualquier caso, por encima de ideologías o religiones, recomiendo fervientemente su lectura. En el fondo se trata, como advierte el Papa, "de cuidar la casa común".