Entre paréntesis

Rafael Navas

rnavas@diariodejerez.com

Lecciones del coronavirus

Un enemigo invisible. Una guerra inédita. Un ejército lento, con falta de armas y a veces hasta dividido y anárquico. Un final lleno de incertidumbres". Este podría ser el 'teaser' de una película que se estrenase esta primavera en los cines. Una de esas de catástrofes que entran dentro del género de la ciencia ficción y que vemos cómodamente en una butaca y comiendo palomitas. Pero una vez más la realidad ha vuelto a superar a la ficción y lo que estamos viendo y sintiendo estos días es una pesadilla de la que todos querríamos despertar cuanto antes y que se lo digan sobre todo a los enfermos, fallecidos y sus familiares.

Una crisis que supera, sobre todo para los más jóvenes, cualquier situación grave que antes hayamos tenido que vivir. Sólo las personas de mayor edad, aquellas que supieron lo que es una guerra en la puerta de casa, y una posguerra casada con el hambre, pueden entender escenarios parecidos. Para los que tuvimos la suerte de nacer y crecer en otros tiempos, todo es nuevo. Y como dicen que de las crisis (sobre todo cuando se habla de las económicas) se sacan siempre conclusiones y aprendizajes, cuando acabe la del coronavirus también los habrá. La primera, que la especie humana, que tan lejos ha llegado, sigue siendo muy vulnerable. Y cuando vemos las escenas de los supermercados abarrotados con personas desesperadas a la búsqueda de productos en la parte más rica del planeta, hay que plantearse que es un milagro que esa especie humana aún no se haya extinguido. Como sucede también con esas miles de personas que se han tomado la suspensión de clases como unas vacaciones y han contribuido a la propagación del virus.

Las crisis humanitarias sacan lo peor y lo mejor de nosotros mismos. En el lado opuesto a lo anterior encontramos profesionales que lo están dando todo, incluso su vida, por los demás. No sólo profesionales sanitarios, los más expuestos, sino aquellas personas que hacen que estos días las necesidades básicas se puedan seguir cubriendo y dentro de una seguridad. De los políticos, de sus reacciones y decisiones, habrá que hablar otro día, pues ahora es momento de que todo el mundo arrime el hombro y, como tantas veces se ha demandado, exista altura de miras y se entierren las siglas en asuntos de Estado. Otra lección para después, que a veces la memoria es muy frágil.

Las fiestas. Sí, quién nos iba a decir cuando supimos que había un lugar en China llamado Wuhan donde había un 'bichito' llamado coronavirus que nos quedaríamos, por lo pronto, sin procesiones de Semana Santa, que no sin Semana Santa como bien apuntó el jerezano Javier Sánchez, presidente de los empresarios, esta semana. Superado el momento de desazón inicial, al final la sensatez se impone y todo es poco por alcanzar el resultado final. Ahora se piensa en las motos y en la Feria, normal. Un palo enorme que no se celebren, pero ya se sabe que todo tiene solución en esta vida menos una cosa.

Sacaremos muchas lecciones de estos días de clausura y limitaciones de todo tipo. Lecciones de solidaridad y generosidad, de valorar lo que tenemos y quiénes somos, de conocernos mejor y de ser más fuertes. En definitiva, lecciones de vida.

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