Lean. Este verano lean. Déjense atrapar por el placer de la lectura, por el olor a historia susurrada por capítulos. Por rincones, atardeceres y besos que nos enamorarán y nos dejarán con ganas de más. O con ganas de menos. O simplemente, con ganas.

Lean. Lo que sea. Donde sea. Como sea. Pero lean. Aumenten de esa forma su curiosidad, su imaginación, su conocimiento… su biblioteca vital para defenderse de este mundo cruel y manipulado.

Destripen cada hoja. Cada párrafo. Cada punto y aparte.

Perciban otras vidas. Asómbrense con otras miradas. Descalcen sus miedos, déjelos en silencio y camine de la mano de personajes y diálogos a conocer y a conocerse; todo libro nos deja una cicatriz en las manos después de llegar a su punto y final.

Conozcan las heridas de Pérez Reverte, de Matilde Asensi, de Javier Sierra; comprendan los sueños de Antonio Gala, de Terenci Moix, de María Dueñas; giren la cabeza a lo que fuimos de la mano de Santiago Posteguillo, de Antonio Cabanas, de Francisco Robles.

Viajen a Vetusta. A la Barcelona de los libros olvidados. Al París de los miserables, o al de Màxim Huerta, y desconecte, hágase ese favor, desconecte por un rato de las redes sociales y de sí mismo; le vendrá bien dejar de mirar el mundo de los demás y rebuscarse en el suyo propio.

Al fin y al cabo, todo lo que nos rodea es lectura. Desde que abrimos los ojos a la vida estamos leyendo. Continúe por tanto con ese idilio con las letras juntadas o cítese de nuevo con los escribanos que escribieron sobre su memoria sombras de ruán o escalofríos de ternura.

Hagámonos ese favor, y leamos. Seamos ejemplo para nuestros hijos, y leamos junto a ellos. Disfrutemos al leer, y leamos.

Y quién sabe… Lo mismo dentro de poco, al que me leen es a mí..

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