HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano /

Lengua ordenada

Las posibilidades de que algún día el mal llamado lenguaje no sexista sea adoptado por un número significativo de hablantes, como lengua natural y de uso, son nulas. Políticos y asociaciones de gente mal concertada insisten en ello y se gastan el dinero de todos para nada, del mismo modo que lo gastan en favorecer la 'visibilidad' de las lesbianas en Zimbabwe o las danzas funerales de Malawi. Es una manera inservible de hacer signos externos de progresismo igualitario de los sexos y de las tendencias sexuales ('opciones', las llaman los tontos avispados del 'dame pan'). A los mentecatos que dicen creer en la existencia de sexismo en una lengua clásica no los tratamos, así que no sabemos qué fantasmagorías albergan en su mente neurótica. Entre los que niegan la existencia del sexismo es donde podremos encontrar personas de pensamiento ordenado. El pueblo es crédulo, le divierten las mentiras y las promesas imposibles de cumplir; pero en general, salvo los más jóvenes, habla muy bien.

La mente se desordena con relativa facilidad y las manifestaciones del desorden se reflejan sobre todo en una manera de hablar. Por el habla conocemos el nivel y la calidad de las personas, sus trastornos mentales o su buen juicio. Se estudia en lingüística elemental, primer curso. Sea como fuere, el sexismo, si existe, estaría en el cerebro del hablante y no en el sistema de una lengua. Y si está en el cerebro, seguirá allí, aunque use un esperanto no sexista. El lenguaje no es inocente, dicen, y es verdad. Es más, es peligroso y nos pone en riesgo cierto de muchos males. No por ser políticamente incorrecto, sino por el poder de las expresiones bien usadas, con belleza, para persuadir y convencer, incluso para hacer pasar por buenas y dignas de imitación las perversidades más aterradoras. La Real Academia Española no había intervenido en este asunto por simple menosprecio, salvo las opiniones de algunos académicos a título particular, y porque las personas cultas y los escritores, de prensa y de cualquier otro género, que son quienes dan la norma de una lengua, no usan idiomas inexistentes.

El que la Academia haya opinado sobre los atentados políticos al español, verdadero terrorismo cultural, habrá sido porque unas pocas, dos a tres, universidades han publicado su manual de lenguaje no sexista con su correspondiente vigilante, comisario político, para impedir el pensamiento recto. Es verdad que el lenguaje se corresponde con el pensamiento y hablar mal implica no pensar por derecho. Nos extraña la terquedad de crear de la nada un sexismo, a fuerza de insistir en la aberración de un lenguaje no sexista. Es un fracaso seguro. Sus promotores se olvidan de que 1984 y V de vendetta son fantasías de la imaginación humana; pero sí saben que el empleo de un lenguaje tradicional y rico quita prestigio a los ardides políticos y los desenmascara.

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