Cambio de sentido

Linchamientos

En nuestro siglo, los apaleamientos, más o menos arbitrarios, se dispensan en las redes sociales

Ya no hay ejecuciones públicas y es una pena, no por lo ejemplarizantes que resultaban, sino por lo que relajaban al personal. Y los linchamientos, ni digamos, después de participar en uno se iba la gente a su casa como nueva. "¡A Barrabás!", gritaban los calenturas en aquel pasaje bíblico que debiera ser el primer tema de la asignatura Opinión Pública. En nuestro siglo, los apaleamientos, más o menos arbitrarios, se dispensan en las redes sociales. Paradójico: en nombre de la libertad de expresión, estos vapuleos -que suelen incluir amenazas veladas, rollo "sé dónde vives"- persiguen inhibir la expresión y amedrentar a quien la ejerce. Nunca he visto a un trol usar un argumento. Las redes, que se pueden usar para bueno, son un vertedero de sombras. El día menos pensado, a cualquiera le cae la del pulpo-calamar. Parece clara la diferencia entre la acción consciente en redes, que hayla, y la reacción chiflada. Pues hay quien no lo pilla.

Pensaba en esto a la sazón del cañonazo de envidia cochina que se ha disparado a partir de una entrevista a una brillante escritora que acaba de sacar nuevo libro. La autora hacía unas declaraciones que bien podría haberlas hecho yo, o cualquiera que sienta que las redes descentran y nos sitúan más fuera que dentro de nosotros mismos. Resultado: reacciones -que no respuestas- por un tubo. A fe mía que quienes se sulfuran así no se han leído un libro audaz en su vida. No podrían soportarlo, la buena literatura y los mejores ensayos están llenos de ideas y formas expresivas no acomodaticias ni complacientes, no están escritos para agradar, sino para revelar y rebelar. También lo pensaba a raíz de una reflexión de un crítico en la que confesaba su estupor: se la habían dado mortal por escribir en Facebook sus impresiones sobre un recital flamenco y, en cambio, apenas había tenido respuestas la crítica que, del mismo espectáculo, había escrito en un medio especializado.

Aquí no hablo de que no se le pueda hacer crítica a la crítica, ni discutir las ideas de otro. Todo lo contrario. Hablo de que vivimos malos tiempos para respetar la expresión de los demás: los callamos a gritos. De esto sólo sacan partido los herederos del fascismo montapollos de toda la vida, que aprovechan para erigirse como víctimas de la censura (¡angelitos!) cuando, simplemente, no se les pone foco, no se les consiente el odio o no se les valida el foro. A exclamar "¡Muera la inteligencia!" ya acudieron cierta vez a un paraninfo.

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