Jerez Intimo

Marco. A. Velo

Loa y reivindicación de la calle Las Naranjas

Tertulia de sobremesa entre amigos. Hora del ‘gintonazo’ (antaño: “y, después del café, Ponche Soto”). De repente alguien se cuela de rondón en nuestra charla de tema muy jerezano: calles con Historia y señorío. El asaltante -ajeno a la compaña- suelta un exabrupto: “La calle Naranjas siempre ha sido decorativa en Jerez, una calle escondida que nunca aportó nada”. Quiso el buen hombre dar en la diana pero marró en el intento. Es cierto que hoy la calle Naranjas no es ni sombra de cuanto fue: abundan ahora casas cerradas o en venta, abandonadas al mejor postor: mismamente como una prolongación del barrio de San Pedro, de cuyo requiescat in pace ya escribimos la pasada semana.

Pero Las Naranjas, a la vuelta de la esquina del ayer más inmediato, fue calle de postín y señorial envergadura humana. ¿Que nunca aportó nada? Abra el siglo XX el índice de jerezanía y explique a voz en grito cómo la calle Naranjas comenzó enseguida a configurarse en núcleo de comercios populares tipo ‘La casa rosa’. ¿Intuyen los más jóvenes de la Villa y la Corte qué supuso para Jerez ‘La casa rosa’ con el corpulento Guerra o el fino Manolo Rosado -tan conocedor al dedillo de las necesidades de su larga y fiel clientela-, con cuentas en libretas de escritura Bic Cristal, metros colgados de los cuellos o en regletas de madera, pétreos mostradores e incontables piezas de tela que ascendían en rectangulares afluentes hacia el techo infinito del establecimiento? ¿O ‘Los Madrileños’ -comercio de muebles y colchonería-? ¿O Lumar -Luis Márquez- que era negocio de tejido y sastrería curiosamente pionero además en realizar rifas entre sus clientes? ¿O la Peluquería de Paulino? ¿Conocen las nuevas generaciones que la calle Naranjas abrazó una de las primeras Autoescuelas de Jerez? ¿O que entre sus señoriales casas palaciegas tuvo domicilio particular y su bufete de abogado el ilustre letrado Pedro Lassaletta? ¿O que en la esquina del callejón de las Ánimas estableció su consulta Antonio Dueñas, doctor en Cirugía? ¿O que en el número 4 asentó el abogado Rafael Romero García-Pelayo su despacho así como la oficina del negocio agrario Cortijo de Ducha? ¿O que entre sus vecinos -concretamente del número 2- destacaban industriales como Jorge Bocouze, a la sazón fundador de la Fábrica de Botellas o que, con posterioridad, en este mismo domicilio nació toda la familia Romero Benítez y que a su vez habitó el agricultor y ganadero Manuel Romero Sánchez o Margot Benítez -un mujer trabajadora que montó, entre otras, la tienda ‘Tocateja’, la franquicia Tupperware y las ‘Hierbas Salvajes’-? Misma vivienda en la que nació el excelso jerezano político y científico y Ministro de Educación y Ciencia Manuel Lora Tamayo. ¿Más vecinos referenciales? Ignacio Fernández ‘el Istmo’, el hogar de los Quintana con doña Gabriela Barroso al frente, el rincón de los Besnier -dícese los hermanos Maruja y Fernando-, el pintor especializado en esqueletomaquias Carlos González Ragel, las residencias de los Paz o los Pérez-Azpillaga.

¿Que no aportó nada la calle Naranjas si entre sus habitantes se congregaron personas tal -en el número 10- José Paz -dedicado por entero a la tonelería de su mismo nombre-? ¿O Antonio Sotomayor, Asunción García-Mier o los Navarro (vinculados a la Casa Real), los Bohórquez…? ¡Si hasta en el número 9, donde vivía la familia Salas, se produjo el milagro de sanación de un chiquillo frente al paso de palio de la Virgen de la Amargura! ¡O en los años sesenta también el paso de palio de la Soledad alcanzó el balcón de los Romero Benítez por una de sus hijas enfermas! Calle Las Naranjas, ¡tu nombre qué bien me suena! ¡Ojalá pronto seas rehabilitada! ¡Se lo pido al ángel de la guarda que otro vecino de tus entrañas, el Conde de Valdecañas, colocó presidiendo la escalera de su casa de gran empaque jerezano!

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