UNA chica de Jaén ha sido condenada a un año de cárcel por hacer apología del terrorismo en Twitter. "Que vuelvan los Grapo, necesitamos una limpieza de fachas urgente", escribió en su cuenta, con el seudónimo de Loba Roja, bajo un retrato del Che Guevara y un anagrama de los Grapo, aquel grupúsculo de fanáticos que estuvo a punto -junto con ETA y la extrema derecha- de arruinar todo el trabajo de la Transición. Pero hay más tuits. "Prometo tatuarme la cara de quien le pegue un tiro en la nuca a Rajoy y a De Guindos", decía Loba Roja.

¿Merecen estos tuits incendiarios, y casi tan disparatados como la ideología de los Grapo, un año de condena? El tema es peliagudo. Conviene recordar que Loba Roja estaba reclamando la muerte de alguien, y que no lo hacía en una octavilla que no iba a leer nadie, sino en una red social que pueden seguir miles y miles de personas. ¿Aceptaríamos que un yihadista reclamara en Twitter un atentado con bomba o el asesinato de un político elegido democráticamente? Imagino que no. Y ya sé, como dicen muchos de los seguidores de Loba Roja, que hay docenas de condenados por hechos mucho más graves que han evitado ir a la cárcel con sus recursos y sus peticiones de indulto. Y en este contexto, ¿es justo condenar a alguien que se limita a escribir barbaridades? En principio parece que la condena pueda ser excesiva, pero si pensamos en lo que podría pasar si miles de personas se pusieran a lanzar en Twitter esta clase de mensajes, hay que aceptar que determinadas conductas son inaceptables. ¿Qué pasaría si en Twitter aparecieran cientos de Lobos Negros pidiendo que le metieran un tiro en la nunca a Loba Roja? Quizá estaríamos llegando a una situación irreparable como la de Siria.

Esta chica tiene 21 años, de modo que todo lo que sabe de los Grapo lo ha aprendido de oídas, pero los que ya tenemos una cierta edad sabemos bastantes cosas más. Y la más importante es que apenas había ninguna diferencia -dejando de lado la simbología y el vocabulario- entre la violencia salvaje de la extrema derecha y la violencia salvaje de la extrema izquierda. Todos esos grupúsculos odiaban la vida e idolatraban la muerte. Los Grapo fundaban su ideología en el culto a Mao y a Stalin -dos auténticos genocidas-, y su programa de gobierno, si alguna vez hubieran llegado al poder, no habría permitido jamás ni la más mínima libertad de expresión. En el mundo ideal de los Grapo, cualquier clase de disidencia estaría castigada con la muerte. ¿Lo sabe esta chica? No lo parece.

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