Magufos

¿Por qué tienen tanto éxito los planteamientos anticientíficos, cuando vivimos en una época tan tecnificada y culturizada?

Vivimos tiempos muy extraños. ¿Por qué tienen los charlatanes tanto crédito en nuestra época? ¿Por qué hay tanta gente que cree a pies juntillas en paparruchas como la ufología o el terraplanismo? ¿Por qué tantísima gente desprecia las evidencias científicas y se traga todas las supercherías de los antivacunas? Son preguntas interesantes. Acabo de escribir "supercherías de los antivacunas", aunque quizá alguien recuerde que llevo algún tiempo defendiendo a los antivacunas de la la peligrosísima deriva autoritaria que se ha apoderado de muchos gobiernos del mundo. Esa deriva -que roza el totalitarismo- afecta a derechos fundamentales y se está justificando con la excusa de la protección de la salud general. Todo eso me parece muy preocupante, y por eso lo critico, pero eso no significa que yo esté a favor de los disparatados argumentos antivacunas. Todo lo contrario.

Pero el problema que debería intrigarnos es por qué tienen tanto éxito los planteamientos anticientíficos, cuando se supone que vivimos en una época altamente tecnificada y culturizada. La razón, se me ocurre, es múltiple. Primero, esos planteamientos anticientíficos han existido siempre, pero antes no podían expandirse a la velocidad en que se difunden ahora gracias a las redes sociales. Las redes serían la primera causa -o el primum mobile, si lo decimos con el lenguaje de la astronomía clásica- de la proliferación de charlatanes contemporáneos, pero hay que tener en cuenta otras razones culturales. Una es la desconfianza, o incluso el odio, que se nos ha inculcado contra todos los conocimientos y todas las verdades objetivas que choquen con nuestros prejuicios ideológicos. En un mundo en el que se cuestionan las verdades de la biología porque no se corresponden con los deseos de determinados colectivos, es normal que empecemos a mirar con recelo todas las verdades científicas. Y si yo me puedo autodeterminar el sexo a conveniencia, ¿por qué no me voy a autodeterminar la vacunación? Y en un mundo que ha instaurado la sospecha sistemática contra todos los conocimientos objetivos -empezando por la enseñanza-, y los ha sustituido por los dogmas de las emociones y los sentimientos, lo más normal es que los magufos campen a sus anchas en todos los ámbitos de la sociedad. Lo raro, lo inexplicable, sería justo lo contrario.

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