Malos tiempos

Hoy por hoy hay una izquierda y una derecha que están jugando con fuego sin saber que el fuego quema y destruye

Estos días se han publicado dos artículos de intelectuales de la izquierda más radical en los que se nos recomendaban las cartillas de racionamiento -frente a los obscenos derroches del capitalismo- y las armas de fuego para que las mujeres se protegieran de la amenaza de los varones heterosexuales. Los dos autores hablaban muy en serio, sin asomo de ironía. Defendían, repito, las cartillas de racionamiento -como en la tétrica España de la posguerra- o el uso de armas de fuego por parte de las mujeres. Si alguien de la derecha hubiera dicho cosas equiparables, ahora mismo estarían cayendo lluvias de azufre sobre él. Pero si las dicen dos intelectuales más o menos prestigiosos, la cosa se toma como una idea al menos justificable.

Esos artículos revelan una peligrosa tendencia a jugar con fuego ideológico por parte de gente -por lo general profesores de universidad- que vive muy alejada del mundo real en el que el fuego quema y destruye. En 1937, cuando el poeta Auden escribió un poema, España -inspirado por nuestra Guerra Civil-, en el que hablaba del "asesinato necesario" de los enemigos políticos, George Orwell, que había combatido de verdad en nuestra guerra con los republicanos, escribió estas palabras: "Yo personalmente no hablaría tan a la ligera del asesinato. Se da el caso de que he visto los cadáveres de bastantes hombres asesinados… La clase de amoralidad que esgrime Auden sólo es posible cuando uno pertenece a esa clase de personas que siempre están en otra parte cuando se aprieta el gatillo. Gran parte del pensamiento de la izquierda consiste en gran medida en jugar con fuego, pero sin saber siquiera que el fuego quema".

Hoy por hoy están jugando con fuego -sin saber que el fuego quema- no sólo la izquierda que pretende pactar con los independentistas, sino también la extrema derecha que juega a romper las reglas de juego. Y todo el mundo habla sin tener ni idea de lo que ocurre en la vida real. No conocemos la pobreza, ni el miedo de las mujeres maltratadas, ni los efectos tóxicos que pueden tener las redes sociales en el comportamiento de una población histérica y asustada. Pero todo el mundo cree tener la solución perfecta para todos los problemas. Y todo el mundo quiere aplicar su solución, cueste lo que cueste (hasta llegar, quizá, al "asesinato necesario"). Vienen malos tiempos.

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