en tránsito

Eduardo Jordá

Malos tiempos

SE habla mucho de la macroeconomía que gobierna nuestras vidas con sus agencias de rating y sus eurobonos y sus primas de riesgo, pero no se habla nada, o muy poco, de las consecuencias que esa macroeconomía tiene en la vida de la gente que no sale en los informativos. Lo digo porque he leído la historia de un padre de familia que estaba a punto de ser desahuciado y se ahorcó en un parque de L'Hospitalet de Llobregat. Y me pregunto cuántas horas, o segundos, se dedicarán a hablar de la vida de este hombre, y cuántas horas se dedicarán en los informativos a los fondos de garantías de depósitos y a las políticas fiscales europeas y a todas esas modalidades de las ciencias ocultas que llamamos -a falta de un nombre mejor- economía. O banqueros. O indemnizaciones millonarias para los gestores de las cajas de ahorros que ellos mismos saquearon.

De ese hombre sólo sabemos que se llamaba Juan, que era electricista y tenía 45 años. Sabemos que se quedó en paro y que cobraba una pensión de 300 euros. Y sabemos que un buen día, al no poder pagar el alquiler de su piso, se decidió a ocupar una vivienda vacía de protección oficial. No creo que este hombre fuera un caradura ni un antisistema profesional, ya que ningún caradura se ahorca cuando cree que se le han terminado las posibilidades de vivir con un mínimo de dignidad. Tampoco creo que fuera una persona con problemas mentales que no supo salir adelante, ya que todo indica que hasta el último momento intentó encontrar una solución para su vida. Lo que le pasó es que tuvo mala suerte, porque tenía un concepto de sí mismo y de la vida que quería para los suyos que era incompatible con la situación en la que se veía. Y si un día se metió de forma ilegal en una casa, estoy seguro de que también la decoró lo mejor que pudo e hizo todo lo posible para que aquella casa pareciera un hogar. Apuesto a que pintó el cuarto de su hija, y buscó en algún sitio un sofá y una camilla y una mesa, hasta que poco a poco empezó a creer que aquella casa era suya, o al menos lo podría ser durante un tiempo.

Pero un día le llegó una orden de desahucio, y el hombre se fue al Ayuntamiento y pidió que lo alojaran con su familia en un albergue municipal. Le dijeron que no. Otro día volvió a ir al Ayuntamiento y volvió a pedir una demora en el desahucio, y otra vez le dijeron que no, y además le recordaron que debía pagar una multa de 9.000 euros por ocupación ilegal. Aquella misma tarde, el electricista se fue a un parque y colgó una cuerda de un árbol y se ahorcó a pocos metros del piso ocupado que iba a tener que abandonar. Me pregunto si su mujer y su hija lo vieron colgar del árbol, con las piernas tiesas, desde una de las ventanas del piso que ellas también habían empezado a considerar suyo.

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