Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Manifiesto 'rodríguez'

Por obvias razones llamadas IRPF, comienzo de agosto, desbandada generalizada de la ciudad y renovada condición de riguroso rodríguez, por estas fechas se me mete en la cabeza la canción de los Kinks Summertime (Verano): "El inspector de Hacienda se ha llevado toda mi pasta, me ha dejado solo en mi casa [poco] señorial, holgazaneando en una tarde soleada, y no puedo navegar en mi yate, se ha llevado todo lo que tengo, sólo me queda esta tarde soleada". Por suerte -y llámenme zorra que no llega a las uvas- no tengo yate, pero sí se me han llevado mucho de lo que tengo: familia genealógica directa y familia consorte, además de una tierna mascotilla de cuatro patas, ¡amigos! Aunque cada vez es mayor el número de personas que dicen disfrutar mucho de la ciudad solitaria en pleno verano, cuando, digamos a media tarde, uno se echa a las calles vacías y repentinamente infinitas, y ve que alguien está postureando: aquí no ha quedado ni Dios (o quizá sea Él quien sí está, y uno, que tira a descreído, creería notar su presencia).

No me echo a la calle a suicidarme -o sea, a pie-, sino en Vespa, emulando a Nanni Moretti por los barrios de una Roma desierta en Caro diario. Y de forma renovada, uno percibe cosas. Algunas por hacerse patentes a los ojos, otras por estar ausentes de forma contundente y hasta asombrosa. Se hace patente la soledad y la exclusión de muchas personas, que nunca veranean ni ya veranearán: ancianos que no encontraron sitio con los hijos que engendraron y, mejor o peor, criaron; galgos aterrados que deambulan en un su abandono final, gente con la cabeza perdida. Como en un aclarado en baloncesto, en el que se deja a alguien deliberadamente aislado en la cancha, la fuga masiva de normales realza tristemente el abandono y el desamparo de los débiles y los perdedores silenciosos.

Entre lo que resalta por su ausencia está precisamente la gente, que quizá está disfrutando del turismo rural en el Norte junto con otros miles de visitantes, en un pueblo de cien empadronados. O levantándose temprano para poder hincar la sombrilla en banco de pista y no en voladizo. Gente entusiasta y aguerrida que va a reducir su ratio habitual de WC per cápita en un caro apartamento de dudoso acondicionamiento: toda una prueba de carácter, la convivencia desacostumbrada. Gente que planifica y ejecuta sin solución de continuidad desayunos, almuerzos y cenas; visitas, baños y siestas. Y entonces uno rememora una de Bruno Martino, Odio l'estate. Pero para no odiar al verano ni a nadie, mejor por Pata Negra: "Si tú te vas, si tú te vas…".

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