Opinión

Pedro Rodríguez Mariño

Manual de excelencia, el Compendio del Catecismo

T ENGO un amigo, David, aficionado a las aves; a verlas por los campos, por las marismas, por los cielos. Yo le secundo, pero mi interés en los paseos es más amplio. Me centro, a la vez, en las flores, el paisaje, el mismo caminar y hablar con las gentes. Mi amigo es radical, o pájaros o nada; lo demás no le motiva.

Recientemente coincidimos con un tercer aficionado, Juanjo, en un par de paseos. David estaba fascinado con él, en cómo identificaba todo lo que veía y contrastaba los pájaros en un manual que llevaba y manejaba con soltura. Te has fijado, me decía, qué libro tan bueno tiene. A mí me parecía uno de tantos, pero, eso sí, Juanjo estaba familiarizado con el libro, lo tenía estudiado, le resultaba práctico. ¡Qué útiles son los manuales, prontuarios, formularios o compendios!

Esta experiencia me llevó a recordar el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica. Aprobado y dado a publicar por Benedicto XVI la víspera de San Pedro y San Pablo de 2005. Al poco tiempo en las librerías en italiano y, con cierto retraso después, en castellano. Todavía poco difundido -pienso- al ser un libro muy interesante para muchos, fuente de sabiduría e impulso para hacer el bien. A través de las cuatro partes en que está organizado, postula una humanidad de diseño divino y tocada por la gracia de Dios.

Ciertamente no hay vida humana más noble y ambiciosa que la perfilada en el Credo. El hombre es creado por el amor omnipotente de Dios, a su imagen y semejanza, ¡libre! Redimido por el inefable amor del Hijo, que se entrega en la cruz por nosotros y por nuestros pecados. Encendido y santificado por el Espíritu Santo, que actúa en el alma. Toda una programación para ser felices aquí, aun con dificultades, y bienaventurados eternamente en los cielos.

Tampoco hay cauce más eficaz para vivificar, restaurar y hacer crecer la vida de los fieles que los Sacramentos. Instituidos por Jesucristo, son remedio para cada necesidad, y prolongación de su andar terreno y de su mirar misericordioso, que recogen los evangelios: "…se llenó de compasión hacia ellos, porque estaban cansados y abatidos como ovejas sin pastor… /… Señor, no soy digno de que entres en mi casa… /… Señor, que vea… /… Tus pecados te son perdonados… /… Vete y no peques más…".

Ni hay ordenamiento para la sociedad de mayor alcance, profundidad, perfección y sencillez que los Mandamientos de la ley de Dios. Ellos custodian y promueven la estructura celular de la familia, y la no menos estructurante red de verdad, justicia y caridad para las relaciones interpersonales, que hacen de los individuos prójimos y hermanos.

Ni hay diálogo, mejor fundante de todo diálogo, que la Oración, hablar de tú a tú con Dios, y verdadero sustrato del cristiano. Enseñados por Jesús y vivificados por el Espíritu Santo, nos dirigimos a Dios como a un padre que nos escucha, atiende, perdona, confía en nosotros y se apoya en nosotros. Nos llama a seguirle y a participar de la vida divina.

Es, sin duda, el Compendio un pequeño libro de lectura accesible, pero sugerente para el pensamiento, el diálogo y la contemplación. Un verdadero tesoro para tener, consultar y repasar. Una estupenda guía de comportamiento personal y social para llegar a esa madurez descrita por el Señor como ser luz del mundo y sal de la tierra.

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