Cuchillo sin filo

francisco Correal

Maratón

ESTOS dos malagueños universales, picassianos en su insultante y merecida celebridad, tienen edad para correr el maratón de Málaga que se disputa el domingo a partir de las ocho y media de la mañana. La hora la sé de buena tinta porque uno de los que estarán en la salida es mi hermano Blas, gallego de cuna, etíope de zancada. Pablo Alborán ha cumplido 25 años. Nació unos meses antes de la caída del muro de Berlín. Tiene apellido de isla misteriosa de los mapas del tiempo y en esa misma senda ha sacado un disco, Terral, que lleva el nombre de esa calima meridional que convierte la Costa del Sol en un macondo diletante. Entrenar bajo los rigores del terral tiene su mérito. Le pasaría a Isco cuando pertenecía a la plantilla del Benamiel, simbiosis toponímica entre Benalmádena y Arroyo de la Miel, el lugar donde creció el futbolista que asombra a los doctores en el templo del paseo de la Castellana. Nació un día después de la inauguración de la Expo 92, dos días después del último partido de Gordillo con el Madrid.

El éxito tiene mucho tirón mediático y muy mala prensa. Le acompaña siempre un aura de sospecha. Pocas expresiones más afortunadas que la de morir de éxito. Estos dos jóvenes con carisma de niños buenos se mueven en dos ámbitos, la música y el fútbol, donde todo se maximiza y es superlativo. Valdano, que llegó al banquillo del Tenerife el mismo día que Gordillo se cortó la coleta en el Madrid, habló del miedo escénico, aunque Butragueño dice que se lo copió a García Márquez. Sobrevivir en ese tsunami es como la cerilla que permanece encendida en el vórtice de un ciclón. Uno los ve, al cantante con Serrat, al futbolista con Gento, y percibe que se mantienen fieles al legado de los maestros, que saben que la sabiduría y la humildad son primas hermanas. Son paisanos de otro maestro de maestros, Manuel Alcántara, el decano de los articulistas de este país, un renacentista de nuestros días al que te encuentras en la inspiración de un cuento de Aldecoa, en la dedicatoria de una película de Garci o de letrista de un disco de Mayte Martín.

Los ven miles, los siguen millones, pero conocen la trampa de la popularidad, la pócima de los espejos, hay que jugar y cantar para el público "así tomados de uno en uno", aunque no sean nada, polvo en el camino en el poema de José Agustín Goytisolo.

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