Antonio Gallardo

'María Esplendores y Santa Claus"

Daltonmanías

M ARÍA Esplendores abrió su consulta a las diez en punto de la mañana. Estaba vestida de reina maga. Entró Asunción su vecina y se sorprendió al verla de tal guisa:

-María Esplendores, ¿qué haces tú vestida de Cristóbal Colón?

-Estoy vestida de reina maga, Asunción, que no sabes nada de Historia Sagrada, hija.

-¿La reina maga de este año no va a ser Ana María Salas?

-Sí que lo será. Y se lo merece porque ha podido ser una buena madre.

-No lo dudo, María Esplendores, pero si va a salir de rey mago también podría haber sido un buen padre.

-¿Un padre capuchino?

-No, mujer, un buen padre de familia, que me estás haciendo un lío.

-Porque no tienes Memoria Histórica, Asunción. ¿Tú no te has enterado todavía que Juana la Loca se casó con Felipe el Hermoso porque era muy guapo?

-Yo creo que es más guapo Jaime Cantizano.

­-Es que a Felipe el Hermoso lo retrataron muy mal. En su época hacían unos retratos horribles.

-Pues que lo quiten de los museos y pongan a Jaime, a Bertín Osborne y al Duque de "Sin tetas no hay paraíso". ¡Ésos sí que son tres reyes como para hacerse monárquica de por vida!

-Mira, Asunción, ahora que has sacado tú a relucir los cuadros, ¿te has enterado que van a quitar del Cabildo un buen número de cuadros de alcaldes fallecidos?

-Mujer, será para hacerle una novena de ánimas a cada uno.

-¡Qué ánimas ni qué ocho cuartos, Asunción! Los quitan de en medio porque tuvieron la desgracia de ser alcaldes en la postguerra.

-Hija, pues a mi madre que en paz descanse, que estaba viva en la posguerra, nadie le arrebató el retrato de bodas, que se lo hizo Fiallo.

-María Asunción, tú eres una mujer que no ha estudiado mucho y no sabes nada de Política Territorial, reconócelo.

-Y saber de eso que tú has dicho, para qué sirve, ¿para quitar los cuadros de su sitio? Es que ahora lo quitan todo: las líneas de autobuses, para que quien quiera ir a la plaza de toros se encuentre de pronto en Guadalcacín. ¿Por qué no quitan las esculturas de hierros retorcidos de ciertas rotondas?¿Tan mal pintados estaban esos cuadros..?

Se fue Asunción indignada a rebuscar en las rebajas. Y llamaron al timbre de la puerta. Abrió María Esplendores y se encontró con Santa Claus:

-Caballero, ¿qué hace usted aquí vestido de mamarracho?

-Lo mismo que usted, señora. Yo engaño a los chavales y usted a los adultos.

-Usted debería de estar en la cárcel.

-Y usted también, que se pasa todo el día con una mano encima de la bola como los leones del Congreso de los Diputados, engañando a todo quisque por cincuenta euros.

-Eso es cosa mía, caballero, que parece que lo han sacado a usted de la tira de un tebeo. ¿Qué ha hecho usted con los renos? ¿Los ha vendido?

-Les he dado permiso para que vean los dioramas y los nacimientos. Para ellos es cosa nueva, que sólo ven en todo el año abetos y máquinas quitanieves. Los he citado a las doce en la pista de hielo de la Plaza del Arenal.

-Me da usted lástima, indeseable caballero. Pase usted y le daré una taza de caldo de ancas de rana calentito.

-Se lo agradezco mucho señora. Estoy helado. No sabe usted las ganas que tengo de que me destinen a Cancún.

-Y yo me iría con usted porque soy muy friolera. Me encantaría leer la bola con un simple tanga sobre mi cuerpo serrano.

-No sea usted insinuante, querida vidente, que uno no es de piedra…

Se tomó Santa Claus el caldito caliente de ancas de rana y eructó ruidosamente de una manera parecida a como podría hacerlo, en inglés y en sus tiempos, Enrique VIII:

-Eructa usted muy bien, Santa Claus.

-Eructo de herencia, María Esplendores. Mi bisabuelo paterno era de Paterna, así es que debo de llevar en la sangre alguna gotita de sangre andaluza.

-Ya decía yo. La bisabuela mía se enamoró de un Santa Claus que le regaló un reno.

-Pues es posible que seamos parientes, María Esplendores…

En aquel momento, un poco romántico, llamó por teléfono doña Ana María Salas:

-¿Estoy hablando con doña María Esplendores?

-Sí señora.

-Soy uno de los tres reyes magos de este año. Y me he enterado de que usted me está imitando a mí, estrafalariamente vestida.

Se puso al teléfono Santa Claus:

-Mire usted, Ana María. Soy Santa Claus.

-Y yo Santa Teresita del Niño Jesús.

-¿No se cree usted que soy Santa Claus?

-No señor, no me lo creo.

-Pues yo tampoco me creo que usted sea un rey mago. Cuando mucho, cuando mucho, llegaría a pensar que es usted una reina maga…

Ana María Salas colgó de pronto el teléfono indignada. Llamaron a la puerta, abrió María Esplendores y se encontró con cuatro renos que estaban muy enfadados con Santa Claus:

-Hace tres cuartos de hora que estamos esperando en la Plaza del Arenal a este tío que está ahí sentado con usted. Como se enteren en nuestro país que Santa Claus nos abandona con tanta frecuencia, se va a llevar una bronca buena del Ministerio de Turismo.

Santa Claus dejó de coquetear con María Esplendores, se subió en el trineo y cabalgó por los cielos con harto dolor de su corazón.

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