La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

A María Luisa Guardiola, con admiración

Tras perder a su hija, lejos de huir del escenario del dolor se quedó en él para luchar contra él

María Luisa Guardiola recibe la Medalla de Andalucía de la Solidaridad y la Concordia. Decir que es merecidísima es poco. Pero permítaseme una objeción porque solidaridad, según la Academia, es "adhesión circunstancial a la causa o empresa de otros". Y la adhesión de María Luisa a la causa de los niños con cáncer y sus familias a través de Andex no es circunstancial, sino un compromiso de vida nacido de una tragedia vivida por ella. "Hay que hacerse pobre con los pobres" mandaba Santa Ángela. Y María Luisa se hace madre de niño con cáncer con los padres y las madres de los niños con cáncer porque ella lo fue. Sabe lo que sienten, sufrió lo que sufren, esperó lo que esperan, padeció lo peor que cualquier ser humano pueda padecer. Y ha dedicado su vida a que se sientan acogidos y acompañados, a que no se añada más sufrimiento a su sufrimiento, a que haya más razones para su esperanza, a que cada vez sean menos los que, gracias a los avances científicos, padezcan lo que ella padeció.

Lo normal es huir de aquella experiencia. Lo excepcional es convertirla en el proyecto de una vida volcada en la lucha por la curación de los pequeños, buscando incansablemente recursos para apoyar la investigación -Andex financia una beca anual para médicos de la Unidad de Oncología y Hematología Pediátrica del Hospital Infantil Virgen del Rocío y ha contribuido a la creación del primer Banco de Tumores Infantiles en España- y a luchar por el bienestar de los pequeños y de sus padres humanizando su estancia hospitalaria y extrahospitalaria con un vasto programa de apoyo social y emocional. Siempre en estrecha colaboración con el Virgen del Rocío. Tras perder a su pequeña María Luisa con nueve años, lejos de huir del escenario del dolor se quedó en él para luchar contra él.

En una entrevista con el compañero Paco Correal decía: "Hay un padre alto, guapo, rubio, parece boxeador o camionero, que se derrumbó al ver a su niña preciosísima sin pelo. Me duele venir [al hospital], porque lo revivo todo. Pero lucho por mis niños oncológicos, por las madres, por quitarles una lágrima". Admiro y quiero a esta mujer fuerte cuya fortaleza no es don ni un regalo, sino una decisión, una lucha diaria, un sacar fuerzas de donde no se tienen urgida por el amor, por la compasión, por la bondad, por la generosidad que da al dolor de los otros más importancia que al propio.

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