He vivido con prudente distancia la celebración de la Copa Jerez, un evento gastronómico y enológico, que parece ser un acierto en tanto proyecta la marca de nuestros vinos al más alto nivel de la restauración, el de los chefs estrellas (Michelín), afamados sommeliers y restaurantes que no pisaremos en nuestras vidas. Parece más que demostrado que la vía de la calidad es la adecuada para la recuperación del sector, así que parabienes para la iniciativa. He podido observar que, en la edición de este año, se han reunido una serie de elementos que han llevado la cita a medios informativos, diríamos más generalistas. La contratación del celebre Josep "Pitu" Roca para inaugurar el foro y para la celebración de una cata parece haber sido un acierto, aunque solo fuera por la repercusión mediática obtenida. Su aval como reputado sommelier y el hecho de que el restaurante que regenta con sus hermanos, el laureado Celler de Can Roca (otro de los que nunca pisaremos), sea uno de los que más referencias de vinos de Jerez acumula en su carta abundan en su idoneidad. Me hablan también de su carisma, carácter y hasta bonhomía: el embajador perfecto. Para la cata eligió el maridaje ideal, el flamenco en la guitarra de Diego del Morao. Vinos de Jerez y estilos flamencos (los palos, para mí, son los que da la vida). La idea no es nueva y el pensamiento es libre. Sin embargo, no he podido menos que echar en falta el más mínimo recuerdo a la experiencia más inmediata que, sobre esta relación, se está llevando a cabo desde hace más de cinco años. Me refiero a la Flamenco&Sherry Experience de José María Castaño, quien la tiene inscrita en el Registro de la Propiedad Intelectual con todos sus derechos. La ausencia de cualquier referencia a su persona, además de injusto, me parece una inaceptable falta de respeto y también de humildad en el caso del distinguido catador, que bien conoce el trabajo de nuestro paisano.

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