Mayores

¿Desde qué edad los antiguos militantes y dirigentes ya deben ocultar en público sus opiniones negativas?

Las palabras de la portavoz del Grupo Socialista en el Congreso destinadas a contrarrestar las voces críticas, surgidas en el interior de su partido, han abierto un nuevo frente. Bien por ocurrencia propia, o quizás por sugerencia de algún asesor, Adriana Lastra ha señalado como causa de esta hostilidad la ya olvidada teoría de los cambios generacionales. Sus palabras debieron calcularse con suficiente malicia como para conseguir un doble efecto, al proceder de un alto cargo orgánico, a su vez, representativo de un supuesto sector joven del partido. Según declaró, los pasos dados por los nuevos políticos, a los que "ahora toca dirigir," no pueden ser comprendidos por esas voces disidentes, ya que pertenecen a una generación de "mayores," a la que hay que considerar, pues, ya algo pasada, por no decir desvencijada, para apreciar los actuales retos del país. Sorprende penosamente que, a estas alturas, se saque a relucir este ingenuo recurso para descalificar las críticas de antiguos dirigentes. Patentar a los jóvenes, sólo por serlos, y excluir la opinión de unos militantes mayores, sólo por ser mayores, sin más argumentaciones, no presagia nada bueno en el acervo intelectual de la calle Ferraz. Da escalofríos esta autoexaltación del "nosotros" que está implícita en esa declaración de la dirigente socialista al pedir a los mayores que dejen hacer y se callen ante la "nueva generación a la que toca dirigir el país y la dirección del PSOE". Recuerda la época de los antiguos comisarios políticos para los cuales todo era válido para amedrentar y disuadir. Desautorizar una opinión por ser de un viejo es preocupante, además, en un partido democrático que gobierna con un ministerio que tiene puesta en la igualdad su mayor empeño. ¿Desde qué edad los antiguos militantes y dirigentes ya deben ocultar en público sus opiniones negativas? ¿A las mujeres mayores, por ser mujeres, sí se les tolera las críticas? ¿Se les permite hablar a los militantes mayores si es para elogiar al partido y al Gobierno? ¿Los jóvenes sí pueden expresar sus desacuerdos en los cónclaves oficiales? ¿Se premiarán a los mayores que guarden silencio y se acomoden sin decir ni pío ante las medidas de la nueva generación gobernante? Se anuncia, pues, una vigilancia orwelliana y maniquea. Las llamadas a cerrar filas son malos síntomas. ¿Se impondrá la autocensura entre los que tienen experiencias y dotes para hablar y disentir? En momentos tan peligrosos para el país, una de las pocas esperanzas recae en que se hagan públicas, con dignidad y valentía, las voces críticas de los mayores del partido socialista.

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