HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano /

Mejor es no saber

ALGUNOS días nos asalta la curiosidad de saber cómo será el mundo dentro de un siglo o dos, no mucho más para no llevarnos sustos de muerte. El mundo humano, no el imprevisible de la técnica. Una manera de saberlo es mirar atrás y ver que los sustos del pasado han perdido importancia con el tiempo y descendemos de padres y abuelos que experimentaron la euforia de los supervivientes; pero, remontando generaciones, veremos que no somos distintos de nuestros antepasados ancestrales. Si es verdad que nos encontraremos todos en la Eternidad de los justos, podremos entablar con ellos una conversación, con ciertas dificultades conceptuales que la ventaja de ser espíritus puros solventará. No nos hablarán de pasiones y deseos desconocidos, ni nos dirán de virtudes y comportamientos reprobables que nos sean ajenos. Leemos a Séneca y parece que escribió para nosotros ayer tarde, y no hay tragedia griega que la falta de imaginación o la simple estupidez no haya trasplantado a la Alemania nazi.

Los inventos técnicos, y muy de tarde en tarde avances, van por otra vía, parecida a la de encantamiento pero con explicación cumplida, aunque no siempre la mente humana la entienda. La mayoría de las cosas que nos hacen la vida más cómoda y usamos a diario no sabemos por qué funcionan, pero tampoco nos hace falta saberlo. La mente está pendiente de problemas humanos inmediatos y lo único que le podría añadir una preocupación sería que dejaran de funcionar. Es cuestión de dinero y no de tecnología el que viajemos pronto a Marte, y, sin embargo, el sentimiento humano que experimentarán quienes logren llegar, no será muy distinto al del campesino medieval que iba en burro al pueblo vecino por necesidad, distante unas pocas leguas, expuesto a los peligros del camino. El hombre no conquista nada del todo: consigue hallazgos brillantes parciales y se alegra, pero en lo puramente humano nunca dejó de ir a pie, en burro o, en el mejor de los casos, en carreta de bueyes.

La libertad esencial del hombre impide predecir su futuro. Ni la ciencia ficción ni el marxismo aciertan cuando suponen el porvenir, menos éste que aquélla, pues lo primero que hace el marxismo puesto en práctica es abolir, sin resultado, las libertades del hombre. La evolución humana tampoco se puede prever por sofisticados que estén los ordenadores, pues se puede manipular a si mismo genéticamente, como hace ahora con los animales domésticos. Así que para no hundirnos en la desilusión ni convertir las frustraciones en enfermedades del alma, es muy de recomendar el mantener vivos los estudios de Humanidades y buscarle salida profesional. Sin el conocimiento del Hombre todo saber cojea, todo funciona a medias o mal. Si no sabemos que ir a Marte es una conquista de la curiosidad del espíritu humano, será inútil alargarse tan lejos.

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