Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Mentes puras

HAY dos tipos de compromisos electorales: los teóricos o ideológicos y los prácticos o de pronto pago. Los primeros van implícitos en el programa; los segundos, son voceados como si fueran el género que malbarata el vendedor para atraer a los clientes. Cuando el partido es de izquierda sus beneficiarios pertenecen a los sectores desfavorecidos. Si el partido es de derechas, casi siempre a las escalas más acomodadas. Las propuestas planteadas, en este sentido, por los socialistas son numerosas. La última, la del acceso gratis a internet a un mega de velocidad, es, diga lo que diga el PP, encomiable, pues supondría acabar con los numerosas trincheras de analfabetismo digital que subsisten en la comunidad. Da igual que la promesa sea original o plagiada. La gracieta de Arenas de que sólo falta que en febrero Chaves ofrezca un coche es una salida impropia. Otra cosa es el uso de una necesidad como moneda de cambio para las elecciones.

Además de internet, Chaves ha anunciado el derecho universal a la vivienda; la escolarización de los niños menores de tres años; la creación de nuevas plazas de guardería; rebajas fiscales para el empleo doméstico, y becas anuales de 6.000 euros para acabar la Secundaria. Nada que oponer a la equidad. El PP, por su lado, además de una reforma fiscal de efectos prácticos desconocidos y la supresión del impuesto de sucesiones, ha prometido una rebaja fiscal interclasista de mil euros, pero estrictamente para mujeres.

¿Qué pasa con los que ya tenemos internet, no necesitamos guarderías, carecemos de hijos menores de tres años y, en fin, tenemos vivienda (y una inmejorable hipoteca), no esperamos una herencia, tampoco necesitamos una subida inmediata de pensiones y, aunque nadie es perfecto, ni siquiera somos mujeres? Pues nada. Salvo que pertenecemos una franja social felizmente excluida del chalaneo político. Por la izquierda y la derecha. He dicho felizmente por una vieja inclinación al escepticismo aunque, si fuéramos más egoístas, nos sentiríamos solidarios pero, en lo personal, muy desgraciados.

Pero no es el caso. Somos unos tipos rodeados de ventajas. Votamos con plena libertad, sin intromisiones mercantiles ni señuelos materialistas. Somos auténticos filósofos, pues únicamente usamos conceptos elevados al hablar de la praxis política y juzgamos la justicia de los gobiernos por los réditos que conceden a los otros (los más necesitados y los menos, según). No estamos contaminados por pisos, rebajas fiscales, guarderías ni deducciones por la creación de empleo. Somos mentes puras. Aunque no somos de piedra.

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