Tengo que confesar mi admiración por nuestra riqueza lingüística. Para comprobarla, basta con acudir al Diccionario y consultar el significado de cualquier palabra. Eso es lo que hecho, a raíz de las medidas planteadas ante la cacareada crisis.

Si nos remontamos a la campaña electoral, la primera acepción de la palabra mentir nos viene como anillo al dedo: "Decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa". En efecto, en los mítines, en la búsqueda del voto, todo vale: no se tocarán las pensiones, no habrá recortes ni en educación ni en sanidad, no se subirá el IVA, etc. Y todo ello a sabiendas de que se dice lo contrario de lo que realmente se piensa, en definitiva, mintiendo a los futuros votantes.

Una vez en el poder, cuando los inocentes ciudadanos ya hemos votado, nos encontramos con que las cosas empiezan a no estar claras: "tendremos que ir tomando medidas extraordinarias, el patio está peor de lo que imaginábamos…", en síntesis, que la segunda acepción de la palabra mentir nos viene que ni pintiparada: "Fingir, aparentar". Se trata de simular, de hacer con disimulo inevitable aquello que, desde un comienzo, se pensaba realizar.

Y ya metidos en faena, pasado el tiempo prudencial del desembarco, hay que coger el toro por los cuernos. Es el momento en que los actores se van desprendiendo de las caretas y, a rostro descubierto, comienzan a desgranar medidas duras, agresivas, contundentes, ideologizadas, pero…, "porque la situación lo requiere, porque los mercados así lo exigen…". Y es aquí cuando encontramos la tercera acepción de la palabra mentir que nos brinda el diccionario: "Falsificar algo". Ya no se trata de fingir o de aparentar, se trata de dar un paso más, de adulterar la realidad, de acomodarla a aquello que realmente se piensa y nunca, hasta ahora, se había expresado con claridad.

El resultado de este proceso de análisis político-lingüístico culmina en el momento presente. Resulta que no nos han dicho lo que pensaban, que han fingido o aparentado, que han falsificado la realidad y el pensamiento, en definitiva, que gracias al diccionario encontramos la última acepción de la palabra mentir, la que pone al descubierto los últimos cuatro meses de gobierno: "Faltar a lo prometido, quebrantar un pacto". Porque con demasiada frecuencia los políticos olvidan el verdadero significado y sentido de las elecciones. El acto electoral no es más que el pacto, firmado en votos, entre los electorales y quienes se presentan a las elecciones. Por tanto, la acción de gobierno debe ser la resultante, la puesta en marcha de las medidas recogidas en ese pacto. Y cuando se asume el poder y el navegante da un giro de timón contrario a lo pactado, no solo se rompe el acuerdo, sino lo que es más grave se miente, se engaña, se traiciona, se tima, se burla, se estafa a los ciudadanos.

Esta es la ventaja de nuestra riqueza lingüística, que deja al descubierto la mentira y la patraña. También, que nos ayuda a definir con claridad a quienes ahora nos gobiernan: mentirosos redomados.

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