Mentiras y verdad

Los currículums falsos de los políticos son un daño colateral de la titulitis que impera en la sociedad

Estela Goikotxea, socialista y presunta biotecnóloga, es la última dimitida por falsear su currículum. Dimitidos o simplemente denunciados, se amontonan los casos, generalmente entre políticos, aunque no sólo. El Cardenal Osoro también tiene un extraño título matemático del que no le salen las cuentas. El caso de Juanma Moreno nos pilla más cerca y tiene hasta encanto. En el Congreso decía que había estudiado ADE e incluso se puso la guinda de un máster. Luego resultó que tenía un grado en Protocolo y Organización de Eventos.

La cuestión tiene muchas aristas. Por ejemplo, ese subterfugio del sintagma "tiene estudios en Derecho, Ciencias Políticas, Económicas, Matemáticas o Filosofía y Letras". Quiere decir que se matriculó en alguna de esas carreras o en varias y que aprobó alguna asignatura, en el mejor de los casos. No es mentira, talmente, pero no resulta muy legítimo usar el verbo tener ("tiene estudios") que denota propiedad. "Cursó estudios de Derecho" tampoco es una paráfrasis manca. Habría que ponerla en cursiva.

La trampa para los mentirosos está en que falsean su currículum para coger buenos puestos de salida en su carrera política, cuando están en medio de la melé inicial y nadie se fija. A medida que van escalando posiciones, resultan más vulnerables al escrutinio de la prensa y los curiosos, pero ya están obligados a mantener su mentira.

La opinión pública tiene poca tolerancia con esos babetazos, por varias razones. Las objetivas: ¿cómo fiarnos de quien aspira a llevar asuntos públicos y nos engaña así? Las subjetivas: nos cuesta perdonarles que nos hayan tomado por tontos.

Por tontos, no sólo en el sentido más superficial, sino de fondo. Porque el problema moral radica en los mentirosos, desde luego; pero el problema más serio, que no los justifica, aunque nos permite entenderlos, está en la titulitis inflamada de una sociedad incapaz de distinguir la preparación o el talento si no se los certifican. Si alguien sin título universitario se lo inventa para acrecentar su prestigio, es porque lo concedemos a quienes lo presentan en su currículum sin contrastarle su valía con criterios reales. Hay una inseguridad en unos y en todos que se calma con el papel timbrado de una universidad.

Los currículums mentirosos están muy mal por mentir, pero como síntoma de una sociedad que no sabe qué tiene que exigir a sus líderes son verdaderos. Y mucho más graves.

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