Los episodios políticos de los últimos días que han desembocado en la marcha forzada del Señor Rajoy y la llegada atropellada, inexorable e inconsciente del nuevo Presidente posibilitan infinitas lecturas. La primera, saber cuánto nos va a costar pagar a los antisistemas, independentistas, proetarras y demás el billete hacia la Moncloa de don Pedro. A este que esto les escribe, metido en su nube artística, con olor a trementina, y poco enterado de casi todo, además de las otras muchas cosas que, en estos momentos, les inquieta a la mayoría, le preocupa la subida a los olimpos del nuevo poder de una señora que, hace unos años, desde Andalucía, la hicieron ministra, nadie sabe muy bien por qué ni para qué. Ella tuvo la culpa - a mandato de don Chaves - de que todo el dinero de la Cultura andaluza se gastara impunemente en la creación de un Museo Picasso, totalmente innecesario, para satisfacer y engrosar las arcas de los herederos del pintor a cambio del préstamo de unos pocos buenos cuadros y de la cesión de muchas medianías - menos mal que después, Pepe Lebrero, el actual Director del Museo, lo convertiría en sede de muy buenas exposiciones temporales -. A Doña Carmen, que se le llenaba la boca diciendo que, gracias al Museo, había descubierto al maestro - ¡ a buenas horas ! -, la engordaron políticamente y, desde Sevilla, se la llevaron a Madrid para no hacer absolutamente nada; bueno sí hizo algunas cosas: meter manifiestamente la pata en numerosas ocasiones. Ahora vuelve a sonar, a estar en la pomada; además, en lo más alto. Que el maestro nacido en la Plaza de la Merced de Málaga, a quien tan tarde descubriera, la ilumine. Yo, desde mi nube artística, con olor a trementina, tengo los pocos pelos que me quedan de punta. Miedo me da.

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