Durante años he escrito aquí del Miércoles de Ceniza cada ídem sin faltar ni uno. Al principio, escribía un día en semana y era el miércoles, de modo que estrenaba puntualmente todas las Cuaresmas. Luego fui escribiendo otros días, pero también los miércoles. Pero en esta última reorganización, ya no. He caído a los martes y jueves. Amante del rito, me encantaba hacerle los coros periodísticos al "Conviértete y cree en Evangelio". Una vez me encontré a una amiga en la misa de imposición de la ceniza y me contó que se le había olvidado el día que era y que lo recordó leyéndome y salió corriendo y llegó a tiempo; y yo quedé tan ufano de haberle prestado ese servicio.

Ahora bien, para que se publicase el miércoles, tenía que escribirlo el Martes de Carnaval, cambiando el paso, a contrapelo. Hoy escribo este artículo el Miércoles de Ceniza, o sea, cuando toca, en el mismo día penitencial. Ustedes, en cambio, lo leerán hoy, el primer jueves de Cuaresma, que tampoco es tarde.

Pensarán que, con tantos años escribiendo sobre esto, ya me vale. Sin embargo, hay una cuestión de fondo que me ha preocupado especialmente este último año, y a la que no se puede responder mejor que desde la Cuaresma. Vivimos en un mundo subrepticiamente al revés, donde, en vez de encerrarnos en un campo de concentración, van internándonos en unos campos de desconcentración. El subjetivismo, las redes sociales, las televisiones, las noticias falsas y los escándalos de diseño nos disipan. A esa explosión de racimo de la inteligencia, se suma la disolución ética y la idea de que tenemos derecho a todo placer y a no hacer el mínimo esfuerzo o sacrificio. El empacho es nuestro estado. El consumo se ha convertido en un deporte y shopping is the best therapy, he leído en algunas camisetas muy significativas. Nos ahogan ahítos. El sopor es el opio del pueblo.

Así las cosas, la Cuaresma es el remedio. Limitarnos voluntariamente las golosinas, las redes sociales, los caprichos y el narcisismo empieza a ser, más que ascética, emergencia. Más que una convención, una contrarrevolución. "Polvo eres y en polvo te convertirás", te entran ganas de espetarle a esta época. Sólo que te lo tienes que decir a ti mismo para que surta efecto sobre esta época que, al fin y al cabo, somos nosotros. La Cuaresma debe ser una fiesta de liberación. En este mundo al revés no perdamos esta oportunidad de oro, digo, de polvo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios