E n general, entre los seres vivos existe un cierto mimetismo que, en la mayoría de las ocasiones, les asegura la supervivencia. Esta actitud permite que muchos animales pasen desapercibidos, ajenos a los peligros que representan otros depredadores.

El mimetismo también es propio de los seres humanos. Solemos imitar a los ídolos sociales, a aquellos que representan los valores al uso. De este modo, se establece una serie de modelos que constituyen el paradigma al que aspiramos la mayoría. Normalmente, representan las cualidades que forman parte de la escala de valores que predomina en el medio social.

Esta actitud mimética somos capaces de transmitirla a los que nos rodean. Forma parte del fenómeno llamado de aculturación. Sin ninguna duda, uno de los problemas con que actualmente se encuentra la escuela es que su modelo de valores no está en consonancia con los que predominan en la sociedad. Existe un choque que hace que la escuela, y la interpretación que la misma hace de la realidad, camine por un lado y los llamados a captar esos valores, los alumnos, vayan por otro, más influidos por los modernos medios de aculturación.

En su relación con los seres humanos los animales se amoldan, por lo general, al modo de ser de sus dueños. De amos tranquilos, surgen perros sumisos y serenos. Por el contrario, de patrones agresivos, animales bravucones.

Leí no hace mucho tiempo que los lugares en general terminan pareciéndose a las personas que los habitan. Si somos capaces de transmitir nuestra manera de ser a los animales cercanos ¿por qué no habría de ocurrir lo mismo con los territorios en los que vivimos? Así, las ciudades serían construcciones artificiales definidas en función de prototipos y paradigmas propios de una zona, de una historia y de unas personas concretas. Nuestra ciudad, por ejemplo, habría mimetizado un modelo social amparado en el dominio económico de unos pocos, de los poseedores de bienes vinculados a una economía agraria, que ha caracterizado nuestro desarrollo económico desde el siglo XIX. Y la ciudad se ha conformado, se ha dibujado desde este arquetipo. Si esto fuera así, Paulov, el fisiólogo ruso de los perritos, tendría que ayudarnos a salir del atascadero en el que estamos sumidos.

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