HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano /

Misterios de España

No vale dar por bueno o malo un pensamiento porque se tenga por de izquierdas o de derechas: primero, porque estos conceptos no sirven para analizar y hacer juicios coherentes, sirven, cuando sirven, para explicar lo inexplicable; y, segundo, porque los sentimentalismos tuercen el pensamiento ordenado. España existe como nación desde hace bastantes siglos, de una manera y por un proceso parecido a como existe Francia, pero los sucesos de su historia en el siglo XX mezclaron las ideas tradicionales de la izquierda y la derecha, cuando éstas existían, hasta crear un embrollo del que todavía no hemos sabido salir porque los gobiernos, en particular el moribundo de ahora, se han encargado de embrollarlo más por estrategia política. Hablar de España, contar su historia y explicar los pasos que llevaron a su formación no es complicado, nunca lo es hablar con verdad a los inteligentes. Hacer lo contrario, desandar el camino de la historia, es tan difícil que hay que imponerlo a la fuerza. El único camino político conocido para esta tarea es mentir, adoctrinar y quitar libertades.

De convertir la bandera de España en símbolo monárquico se encargó la República en una de sus notables torpezas. Que luego fuera bandera franquista, de derechas por extensión y fascista por mentira deliberada, fue incidencia política sobre el pensamiento pobre. Cambian los regímenes, no los símbolos de las naciones. La bandera, con ser una cuestión sentimental, es lo de menos. Los agravios empiezan cuando nos obligan a usar lenguas que no son las nuestras maternas y naturales y nos ponen leyes y comisarios para imponerlas. En esto hay una grandísima confusión: lo moderno, lo progresista y lo sensato es que los gobiernos no coarten la libertad individual de hablar o no en una lengua o en quince; lo izquierdista fue siempre que las naciones tuvieran una lengua común, aparte de las que cada cual quisiera usar y aprender, para poder divulgar con mayor eficacia las doctrinas benefactoras del socialismo.

Voltaire se hacía, con estas o parecidas palabras, la misma pregunta que nos hacemos muchos españoles: "Parece mentira que el hombre, con un gran sentido común para los trabajos diarios y útiles, crea al mismo tiempo en supersticiones, prodigios y seres fantásticos." Así es y no parece que vaya a cambiar. Cambiará el objeto de su fe fácil. Es más sencillo argumentar sobre la existencia de España, la identidad de españoles, la conveniencia en todos los sentidos de hablar una lengua universal y los orígenes cristianos de la cultura occidental que sobre lo contrario. Los misterios de España no están tanto en sus leyendas, con tenerlas de sobra y muy hermosas, sino en hacer política fantástica e historia legendaria. Solo beneficia a unos cuantos, protestan pocos y los demás callan. Aunque dañe a la mayoría, hay que reconocer el mérito.

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