Entre paréntesis

Rafael Navas

rnavas@diariodejerez.com

Motos sin motos

Lo normal, llegado un gran premio de motos a Jerez, es que un día como el de hoy hablásemos de las colas, más o menos grandes, para acceder al Circuito. O de dónde quedar para ver mejor las carreras, si almorzábamos antes o después o cómo fue el día anterior con los amigos de las motos clásicas, que suelen lucir sus cuidadas joyas en la víspera. Aficionados al motociclismo de toda la vida que hoy no estarán por las calles precisamente por respeto a este deporte que es una pasión. Porque los buenos moteros, los de verdad, se han quedado este año en casa, han visto las motos por la tele y han aparcado sus máquinas en el garaje con la pena y el dolor de no poder reunirse con muchos amigos llegados de todas partes del mundo. Citas que se esperan año tras año con auténtica impaciencia porque son amistades forjadas desde hace años y se mantienen a base de la hospitalidad mutua como principal gasolina. Son estas personas, aquellas que hoy no estarán ni en las gradas ni en las calles, las que han convertido al Gran Premio de España de MotoGP en el Circuito de Jerez en el mejor del mundo, capaz de arrancar el Mundial más extraño de la historia.

Porque si fuera por otros, afortunadamente una minoría, Jerez no sería la catedral de las motos. Me refiero a los descerebrados de turno, a los cafres y vándalos sin escrúpulos que acostumbran cada año a aprovechar esta fiesta para dar rienda suelta a los más bajos instintos del ser humano, ya que hablamos de hacer daño físico a las personas y a la imagen de una ciudad que no se lo merece. Ni una pandemia como la que sufrimos ha sido obstáculo para que algunos eslabones perdidos de la especie humana hayan sido conscientes de que hacer carreras ilegales con acrobacias y otras temeridades en una vía urbana es un atentado contra la convivencia. Para ellos no existe obstáculo que impida desparramar por el asfalto de una avenida las escasas neuronas que les acompañan. Y lo peor no es eso, sino que junto a ellos hay un jauría igualmente lejana de la mínima inteligencia para jalearles, este año sin mascarillas y el año que viene, tal vez, con antorchas o cualquier elemento capaz de prender la mecha de la desgracia.

Resulta sorprendente que, a sabiendas de que esta escoria no sabe de momentos de crisis, se hayan tenido que ver imágenes que abochornan al ser humano y denigran la imagen de una ciudad como Jerez que se ha ganado a pulso ser noticia por su impulso al motociclismo. Nos las teníamos que haber ahorrado de haber existido un poco más de previsión por parte de las autoridades.

Este año es un Mundial extraño, sí. Sin algunos de los inconvenientes pero sobre todo sin sus ventajas y beneficios que echamos de menos: sin motos en las calles, sin rugidos ni gomas quemadas en las zonas autorizadas, sin pasacalles de los pilotos, sin quedadas de los clubes moteros, sin amigos foráneos, sin terrazas ni hoteles llenos, sin colas para llegar al Circuito, sin bronceados bajo el sol de las gradas o pelouses, sin fiestas para celebrar los triunfos de los nuestros... Así que, por favor, no lo hagamos aún más difícil.

Hasta el próximo domingo, primer Gran Premio de Andalucía de MotoGP.

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