La Crestería

Manuel Sotelino

Móvil cofrade

No se trata de la intencionalidad de un criminal para cometer un delito. No va la cosa, de momento, de eso. Sí podríamos decir que es el reflejo de muchos de los episodios que pasan en todo esto de las cofradías que cumplen sobradamente con divertimento. Algo que, en ocasiones, deja de ser sano.

La semana ha estado protagonizada por el enfrentamiento de un ‘cofrade’ con el delegado diocesano de Hermandades y Cofradías, Joaquín Perea, en la puerta de un colegio. Que también hay que tener mal gusto para irse a ese lugar donde los pequeños salían de sus clases. Anda que si tuvieran que tomar ejemplo de algunos…

No voy yo ahora a hacer una glosa de Perea a estas alturas de la película. Muchos de los que siguen estas páginas saben que no es precisamente una balsa de aceite nuestra relación a pesar de que fuimos durante años amigos y compañeros. Pero ya se sabía cuando el Diario se puso en contacto conmigo para escribir sobre todo esto que con la aceptación para hacer frente a estas páginas uno no iba a hacer precisamente amigos. A no ser que te muevan otros intereses.

El caso es que fue un enfrentamiento por medio de móviles que grababan mientras el supuesto cofrade insultaba al delegado. No se puede ser más artero. A mis enemigos yo les tengo respeto. Existen unas reglas que cumplen los caballeros y no todo vale para montar un numerito y ganar en protagonismo. Que usted no está de acuerdo con el delegado, exponga sus quejas en otro foro que no sea en la calle delante de niños. No soy precisamente del equipo de Joaquín Perea. Ni estoy ni se me espera. Pero hoy doy la cara por él. No hay derecho a aguantar un asalto así ni tampoco hay necesidad de proseguir con su labor a este precio. Pero eso lo tendrá que decidir él mismo. No le dedico ni un minuto más a este asunto. Solo muestro mi solidaridad con el delegado diocesano y le sugiero que reflexione.

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