Crónica Personal

Negociar, no negociar

Algún día habrá que sentarse a hablar, pero con un Puigdemont situado fuera de la ley es imposible

Los independentistas ganan por goleada al Gobierno en el terreno de la comunicación. Inundaron a los medios españoles y extranjeros con fotografías y vídeos de supuestas agresiones de policías y guardias civiles a tranquilos ciudadanos que sólo pretendían votar, y cuando se descubrió que se trataban en gran parte de agresiones de años anteriores y en muy distintos escenarios, algunas de ellas protagonizadas por los mossos, ya era demasiado tarde: la imagen de la Policía española que actúa violentamente contra niños y ancianos se había asentado en el mundo mundial.

Ahora han conseguido que esté en boca de todos la exigencia de negociar, poniendo el foco en el inmovilismo de Rajoy. Los más osados mencionan las negociaciones con el IRA, FARC, o Maduro, como si lo que ocurre en Cataluña tuviera algo que ver con lo ocurrido en Irlanda del Norte, Colombia o Venezuela, qué se negoció y en qué circunstancias. Una vez más se echa en falta no sólo cordura, sino un conocimiento mínimo de la historia.

Las negociaciones de Rajoy con Mas no cuajaron porque el nacionalista no quería ceder ni un milímetro en sus pretensiones de autogobierno. Con Puigdemont ya fueron imposibles porque, según Rajoy, se negaba a negociar nada que no fueran las condiciones para celebrar un referéndum independentista. Lo que confirmaba Puigdemont a cualquier que tuviera la oportunidad de preguntarle. Y es evidente que ningún gobernante puede reunirse con un interlocutor que promueve un acto ilegal e inconstitucional para romper el Estado.

Hoy, los independentistas han conseguido que cale la idea de que esto se soluciona negociando y piden mediadores internacionales. Se ponen sobre la mesa instituciones como el Colegio de Abogados de Cataluña o el Vaticano, cuando lo menos que se exige a un mediador es que sea ecuánime, y ejemplos hay de destacados abogados, sacerdotes y obispos que, en el mejor de los casos, apostaron por la llamada "equidistancia", posición de quienes que no se atreven a reconocer públicamente su independentismo.

Algún día habrá que sentarse a hablar. Pero con un Puigdemont situado fuera de la ley -a ver qué hace el lunes ante la prohibición del TC de celebrar el Pleno de la declaración de independencia-, que sigue las instrucciones de partidos que van contra España y contra la propia Cataluña - piden ahora el boicot a las más importantes empresas y bancos catalanes-, es imposible: estos independentistas solo aceptan una rendición.

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