S I quedaba algún optimista, o incluso algún tibio, hoy debe estar enterrado bajo la avalancha de datos que día tras días nos golpea desde las páginas de economía de los diarios. Bajada bursátil tras bajada bursátil, aumento del paro tras aumento del paro, el panorama se dibuja de un negro intenso en el que las luces de la recuperación aparecen cada día más tenues y lejanas. Si este es el paisaje general, en Andalucía, a punto ya de superar la barrera del 20% de paro, los tintes son todavía más sombríos. Machacado el sector de la construcción, en el que hemos basado nuestro crecimiento, destruyéndose el escaso empleo industrial que había en la región, sin terminar de despegar el sector aeronáutico y con una agro industria débil y muy localizada ¿qué nos queda a los andaluces? O dicho de otra forma: ¿de qué vamos a vivir?

En el sector servicios, el turismo es una de las escasas trincheras que todavía resiste los embates de la crisis. Como contamos hoy en nuestra sección de Andalucía, se está convirtiendo, si no lo era ya, en la joya de nuestra renqueante actividad económica y lo que requiere es medidas de apoyo que contribuyan a su consolidación. Porque junto a este gran invento que es el turismo, poco más podemos encontrar en lo que apoyarnos. Si no contamos, claro, la gran maquinaria de empleo que supone lo público y todo lo que ello representa. Como siempre en tiempos de crisis, el funcionario es el único que puede respirar con cierta tranquilidad. Andalucía tiene una población activa por encima de los 3,5 millones de personas y casi medio millón trabajan en la función pública; de ellos, unos 254.000 al servicio de la Junta, lo que la convierte, de lejos, en la administración autonómica con más empleados a su cargo.

Pero el volumen de empleo público no sólo no garantiza estabilidad económica a futuro, sino que puede convertirse en una rémora para el crecimiento. O Andalucía empieza a buscar fórmulas imaginativas para salir reforzada de la crisis o la negritud del paisaje actual puede convertirse en el único color que veamos en mucho tiempo.

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