Cuchillo sin filo

Francisco Correal

De Nerón a Marco Aurelio

BUSH ha dejado la Casa Blanca justo cien años después de que lo hiciera Roosevelt. Por televisión hemos visto imágenes de la mudanza, de la evacuación de algunos de sus enseres en el relevo más histórico de la historia de los Estados Unidos. Y también la armonía institucional, impensable por estos fueros, del nuevo inquilino cantándole en familia las sevillanas del adiós a su predecesor cuando el helicóptero del presidente saliente dejaba Washington para aterrizar en el portaaviones del pasado.

En la ceremonia han sido inevitables las analogías con el imperio romano. Estados Unidos necesita de un nuevo Edward Gibbon que analice su particular decadencia y caída. Los romanos fueron los inventores de la globalización y en este juego de semblanzas y paralelismo habrá quien compare al emperador que se va con Nerón o con Calígula, que le cedería el paso a un Marco Aurelio llegado de la tierra de los nubios, hijo de esclavo, redentor de los Espartacos que en el mundo han sido.

Bush ha admitido su principal error: no había armas de destrucción masiva. A buenas horas, mangas verdes. Se inventó un nuevo Vietnam sin Coppola, una guerra antipática, desigual. Puede que el tejano estuviera en lo cierto sobre las armas químicas, pero actuó con veintitrés siglos de retraso y confundió a Bagdad con Damasco. Simon James, investigador de la Universidad de Leicester, ha obtenido las evidencias arqueológicas que permiten situar en el siglo tercero antes de Cristo la primera guerra en la que uno de los contendientes hizo uso de armas químicas. Los sasánidas persas obtuvieron un mortífero cóctel al mezclar betún con cristales de azufre mediante el que mataron por asfixia a una veintena de soldados romanos que perforaban un pasadizo en la ciudad siria de Dura-Europodos, a orillas del Éufrates.

Los cadáveres de los romanos aparecieron apilados en las excavaciones arqueológicas realizadas hace setenta años en una serie de galerías subterráneas. El profesor Simon James podría echarle un buen cable a George W. Bush si algún día el tribunal de La Haya pretendiera juzgarlo por crímenes a la humanidad. En su defensa diría que sólo pretendía desagraviar a los romanos, los mismos que propiciaron con su pusilánime neutralidad que podamos celebrar la Semana Santa.

El documento de la derrota química de los romanos ante los sasánidas me lo remitió Julio Mallén, secretario de la Fundación de Amigos de Itálica, de cuyo nacimiento hoy se cumplen justamente diez años. Romanos poncinos, sueños de gladiador en la Roma andaluza donde en el año 2007 después de Cristo y Pilatos cayó del cielo un maná de millones en la lotería.

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