La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Niños en mañanas de diciembre

Viendo estas filas de niños me pregunto por qué no somos capaces de crear un mundo más justo para ellos

Atraviesan estas mañanas las calles las alegres filas de niños cantando villancicos -aunque no lo hay más alegre que sus risas y sus caras- camino de la visita de los nacimientos. Son el mismo espíritu de la Navidad en su aspecto más alegre pero también más serio. Porque lo que se celebra, por más que le pese a algunos cenutrios, es el nacimiento de Dios, el Omnipotente hecho niño, indefenso, vulnerable, dependiendo para todo de sus padres.

La Navidad es la fiesta por excelencia de los niños por ser la conmemoración del nacimiento de un niño ante el que la sabiduría del mundo, simbólicamente representada por los magos, se inclina. Años más tarde, convertido en hombre este niño, cuando los discípulos le pregunten quién será el mayor en el Reino de los Cielos, llamará a un niño, lo pondrá en medio de ellos y les dirá: "Yo os lo aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los Cielos... El que reciba a un niño como este en mi nombre, a mí me recibe". Añadiendo a continuación -y es bueno recordarlo porque la condena la dicta Dios mismo y en estos últimos tiempos se disimula o incluso se oculta su cólera- que a quien escandalice a uno de ellos "más le vale que le cuelguen al cuello una piedra de molino y lo arrojen al mar".

Que invite a hacerse como niños y diga tan duras palabras sobre quienes abusan de ellos o los maltratan da idea de la importancia que les da el Dios que estos días se conmemora recién nacido. Sobre lo primero ha dicho el papa Francisco: "Los niños nos recuerdan que todos hemos sido totalmente dependientes de los cuidados y la benevolencia de los demás. Y el Hijo de Dios no se ahorró esta etapa. Es el misterio que se contempla cada año en Navidad. Los niños traen su manera de ver la realidad, con una mirada confiada y pura (…) aún no contaminada por la malicia, las dobleces, las incrustaciones de la vida que endurecen el corazón". Sobre lo segundo ha dicho, tajantemente: "la forma en que los niños son tratados juzga a una sociedad". Viendo estas filas alegres de niños no solo me pregunto cómo es posible que haya abusadores y maltratadores, lo que alejaría la culpa de la mayoría de nosotros, sino cómo es posible que no seamos capaces de crear un mundo más justo, habitable, amable, solidario e igualitario para ellos. Un mundo, una sociedad, sin esas incrustaciones de la vida que endurecen el corazón.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios