HABLANDO EN EL DESIERTO

Francisco Bejarano /

Noticia de España

El marqués de Girardin fue un ilustrado francés, mariscal de campo, que, cumplidos sus servicios, se retiró a una finca suya para dedicarse a la jardinería artística, lo que de verdad le gustaba, y a escribir un tratado, muy apreciado luego, sobre el asunto. Allí hospedó a Rousseau durante tiempo, de quien fue llamado el último amigo, y, a la muerte del filósofo, le levantó un monumento. Su hijo, el conde de Girardin, fue general de Napoleón y llevó al entonces cónsul a visitar a su padre. Sabedor de la amistad del marqués con Rousseau, Napoleón le dijo que lo mejor para Francia habría sido que Rousseau no hubiera nacido, pues fue de los principales instigadores de la Revolución. "Tenía entendido -le dijo Girardin padre- que fuisteis partidario de ella." Tras un breve silencio, Napoleón replicó: "Quién sabe si el futuro no nos dirá que lo mejor para Francia y la paz del mundo sería que ni Roussea ni yo hubiéramos existido nunca." Solo el talento de un gran hombre inspira frases de ese tenor.

Jugar a lo que no fue, pero pudo haber sido, es excusado. Sin embargo consuela pensar en la ventura que habría sido para España el que no hubieran existido sus actuales gobernantes, empeñados en desmantelarla. Hay grandes hombres que consolidan naciones y hombres pequeños que las destruyen o, como diría Gómez Dávila, la izquierda se fabrica a sí misma con mentiras y delitos los grandes hombres que ni la historia ni la naturaleza les dan. También hacen falta grandes personajes para la historia de la infamia, tan entretenida de leer, y en España nunca nos faltaron, pero en pocas ocasiones tantos y de tanta calidad como ahora. Ya ni siquiera se les ve el pudor de vestir las mentiras de verdades. Sino que, instalados en la degeneración, en la irrealidad y víctimas ellos mismos de la descomposición política, mienten sin disimulo convencidos de que sus políticas han conseguido volvernos tontos a todos.

Para dejarles las vergüenzas al aire han robado el Códice Calixtino. Si ha sido por eso, aparecerá en cuanto desaparezca el socialismo que ve España como nación 'discutida y discutible'. Una agencia de noticias le ha llamado 'incunable' y esto es útil para dos cosas: la primera es que debemos leer los periódicos con alguna reserva y, la segunda, que la política de fomento de la ignorancia ha llegado a los que tienen que velar por la palabra justa. Napoleón fue necesario para poner freno gatopardesco a la Revolución, pero esta gente no hacia falta, llegaron para silenciar el pasado español, escándalo de hispanistas, y para destrozar el presente. Muchos españoles se habrán preguntado qué importancia tiene el códice robado. La sola pregunta puede despabilar mentes adormecidas y, atando cabos, vean cómo este socialismo nos conduce, en su miseria moral, al precipicio del desconocimiento de España.

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