Nuevas perspectivas

La definición de salvaje de Chesterton es clara: "El que se ríe cuando te hierey aúlla cuando le hieres"

Un editor me pide opinión sobre el manuscrito de un poeta joven. Tiene un talento deslenguado, como ya sabía, y lo vuelve a esgrimir en epigramas de renovada furia. Leo riéndome. De golpe y porrazo dedica una sátira a un amigo mío -aunque no da nombres, deja pistas personalizadas- y me rio menos, aunque le reconozco la pimienta del sarcasmo. La siguiente andanada, anda, me la dedica a mí. Vaya. ¡Ya la cosa es otra cosa!

Mi segundo pensamiento es para los anteriores damnificados. Caigo ahora en que tampoco era tan gracioso. Tendría que haberme molestado más o, como mínimo, lo mismo. Está claro que por la espalda sólo te apuñalan a ti, porque los otros puñales en otras espaldas, tú los ves al sesgo. Me hago el propósito de compartir espalda o ensancharme la mía y verme con perspectiva, como me verán ustedes, ay, cuando se publique el libro, a lo que animaré al editor. No diré ni mu, porque los epigramas tienen su tradición venerable y porque sería feísimo que yo obstaculizara un libro porque también se mete conmigo cuando iba a darle el visto bueno aunque arremetiese contra un amigo.

Esto ha pasado casi a la vez que la fiscalía se ha puesto a perseguir escandalizada a un hombre que se ha grabado disparando a unas fotocopias de Iglesias y de Sánchez. No es nada bonito, pero a la fiscalía, tan ligada, oh Lola Delgado, al Gobierno, le ha parecido, además, gravísimo. Mucho más que las rutinarias ofensas simbólicas o de palabra o de amenazas al rey o a las infantas, a la bandera, a los políticos de la oposición, etc.

No puedo decir yo, tras mi experiencia poética, que no sea natural; pero lo suyo, entonces, es volverte a los de antes, quiero decir, a los insultos de las hemerotecas de Iglesias, a sus escraches de antaño sin tanta Guardia Civil como él disfruta, a las guillotinas y los látigos desiderativos, y pedir disculpas. Reconocer que el jarabe democrático es muy amargo, en realidad.

Agradezco al Marcial 2.0 que me lanza un tiento que me dedique su tiempo, su mal genio y su talento; pero, sobre todo, la lección moral que él no pretendía. Lo último que debemos hacer, ni Pablo Iglesias ni yo ni nadie, es encajar en la definición clara de salvaje que cinceló Chesterton: "El que se ríe cuando te hiere y aúlla cuando le hieres". Hay que revertirla: lamentar y disculparte cuando tienes que zaherir a alguien; y, cuando te dan, si reírte es pedirte demasiado, sonreír al menos.

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