Confabulario

Manuel Gregorio González

Obama vs. Pablo

OBAMA, que viene Obama. Y sin embargo, es probable que cuando llegue a España, Obama se encuentre, no ya un martirologio de El Greco, pero sí las Ánimas del Purgatorio de Alonso Cano, donde los condenados arden entre el estupor y el pasmo. Mediado el mes de Julio, España será un erial por donde nuestros candidatos vagan en busca de una coalición, de un pacto, de una coyuntura que les permita formar gobierno y marcharse de vacaciones. No hay que olvidar, en cualquier caso, que Obama viene huyendo de Donald Trump; de modo que quienes ven en su visita un gesto de conciliación, una forma de apaciguamiento, quizá pequen de optimistas. Sobre este fondo de movilidad, resalta la figura inmóvil de Pablo Iglesias, que ha fagocitado a la breve hueste de IU, y ahora aguarda, como un dios arcaico, a devorar la tropa deslavazada y pálida del socialismo patrio.

Escribo Obama vs. Pablo en el sentido que le daba Cela. Esto es, Obama hacia Pablo, Obama marchando hacia el señor Iglesias. Cuando las justas teológicas del XVIII, ganaba siempre, no el orador más razonable, no el candidato más brillante, sino quien se mostraba más mordaz y combativo. De aquellos excesos de la retórica nació el Fray Gerundio de Campazas con que el Padre Isla satirizó al pavoroso ejército de orates que predicaba por los pueblos de España. Uno entiende, sin embargo, que el acierto del candidato Iglesias ha sido el mismo que atormentó a los fieles de la España carolina. No la claridad expositiva, sino el acecho, el apabullamiento, la omisión del contrario. Gracias a este inusual talento, Pablo Iglesias ha conseguido que el resto de los candidatos anden justificándose ante sus acusaciones, y que los debates se parezcan más a un juicio sumarísimo (un juicio en el que el juez es él), que a un reposado intercambio de opiniones. Con lo cual, algún día quizá alcancemos a comprender que este larguísimo periodo electoral ha orbitado alrededor de una voz, y que ha sido la voz de Iglesias, su verbo punzante, su prédica febril, la que orillado al resto de candidatos a una irrelevancia culpable.

Obama se dirige, pues, hacia la España del señor Iglesias. Si Pablo Iglesias resulta ser el próximo presidente del Gobierno, lo deberá a esa obstinada locuacidad con la que ha paralizado al adversario. Su adversario, ya lo sabemos, es una vasta y heterogénea prefiguración del Mal. E Iglesias es un nuevo capitán Ahab, que arponea a la ballena del bipartidismo. Llamadle Pablo.

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