Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Objetivo: la universidad

El opio del pueblo español es de pronto el expediente académico de sus políticos, y sólo puede ser destronado como asunto inútil por el narcótico separatismo de la región más rica del país, que aunque inútil, sí es asunto serio. Tinta de calamar, carnaza. Políticos de escaparate o criados con los pechos del partido que ostentan másteres que no han hecho. Portadas vergonzantes en diarios sin rumbo, horas infumables de tertulianos que se encrespan por lo de Casado y Montón y Sánchez, sus tesis y sus sospechosos trabajos de fin de máster. Dejemos ahora de lado este periodismo de investigación tan fundamental para la factura eléctrica, la sombra de la nueva crisis que viene acortando los ciclos, el futuro de una Europa en entredicho y acalambrada por la inmigración desesperada, o la emigración de talentos españoles formados en la universidad pública. Hablemos sí de la universidad, y, ya adelanto mi visión, de la sorda acometida de la bestia privatizadora y antipública sobre la institución que en este país -y muchos otros- sostiene la investigación y, en buena medida, el progreso social: la universidad pública. Hablemos del ariete ideológico que no pierde puntada cuando se trata de denostar a la grande y a la totalidad a la Universidad (la mayúscula es de libro de estilo, no de mi condición militante). El Pisuerga mediático pasa ahora por el Valladolid del ataque que subyace en no pocas opiniones: Quítate tú pa ponerme yo.

Que la Universidad es una institución que se rige como caja negra, autónoma, es tan cierto como -podríamos ilustrarlo en otra ocasión- que tiene que ser así. Que existe endogamia y nepotismo, sí. Que, ay, se han creado universidades para alojar a afectos y dar un triste relumbrón a mediocridades que trepan en la política, pues claro. Pero más cierto, más, es que usted lleva a sus hijos -si llegan a la nota de corte- a la pública, igual que sabemos bien que, a unas malas, en salud la mejor opción España son los hospitales públicos.

Caretas fuera. Es injusto y artero que se denigre a todos los que se empeñan en que sus tutelados nunca, bajo ningún concepto, fusilen textos ajenos u obtengan títulos de titulaciones que nunca cursaron. Muchachos y muchachas, y sus profesores, que no son golfos.

Aun a riesgo de repetirme y resultar cansino, traeré a colación una versión ad hoc de una canción de Leonard Coen (Manahttan, escúchenla, ya que estamos): "Primero tomaremos las cajas de ahorro, después tomaremos la Universidad". Lo público no es bueno per se; es sólo público, de todos, y hay que gestionarlo bien. Disculpen la obviedad. No disparen al pianista.

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