Tienen las veladas literarias del verano una calidad añadida, como balnearia, quizás por la luz, el clima o el entorno, pero , sobre todo, por la misma disposición de nuestros cuerpos, más distendida, sin duda. Es cosa que he sentido en Jerez, cuando he asistido a las citas del Jardín de la Luna Nueva, y también en Cádiz, como creo haber reseñado alguna vez, en la sede de la Fundación Carlos Edmundo de Ory, que disfruta de unas vistas privilegiadas a la Alameda y a la Bahía, con espectaculares puestas de sol. Allí acudí hace unos días a la presentación de un poemario, Océano en medio (Renacimiento, 2018), obra del que fue compañero en la docencia José María Moreno Carrascal. Ir a saludarlo ya era un aliciente, pues él ahora reside en Estados Unidos, donde ha escrito los versos que componen su libro. En él se encuentran poemas que parecen responder a la llamada de una voz poética interior que se revela persistente y tenaz. Otros tienden a una cierta recapitulación, con notas de un balance de carácter personal y también generacional, que se hace desde la distancia que da tener a la mar atlántica de por medio. Como él reconoce, hay en ocasiones un deje de nostalgia, pero también mucho del presente vivido en los paisajes, las estaciones y los afectos. Y, sobre todo, hay mucha literatura: citas de poetas europeos y norteamericanos, que él conoce bien, no en vano ha traducido a una buena selección de ellos. Las estrofas breves de los haikus se quedan como prendidas en el aire, en tanto los más largos poemas de versos endecasílabos parecen destinados a transportar la huella del paso del tiempo. «Un inventario, en fin, de secuencias y recuerdos (…)/ que guardas como un regalo oculto,/ un preciado tesoro a compartir con quien contigo camina,/ o con el que gozar tú solo».

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