Cambio de sentido

Ola de frío

Cierto es que por la calle no nos cae una cencellada, pero intramuros, en las casas de muchos, sucede el frío

En 2011 -Año Dual España-Rusia- fui invitada a Siberia, junto a un grupo de escritores y artistas españoles, para dar unas charlas en su Universidad Federal. En los preparativos del viaje, preguntamos al coordinador del programa -un gaditano no sé si destinado o deportado a aquellos hielos- si allí se pasaba mucho frío. "¿Frío en Siberia? -respondió- ¡Frío se pasa en Cádiz!". Desoyendo su comentario, los miembros de la delegación española aterrizamos en Krasnoyarsk el 17 de abril vestidos como Amundsen. En los petates, sólo ropa interior homologada para inviernos nucleares. ¡Qué calefacciones! ¡Qué aislamiento de habitáculos! ¡Qué aulas caldeadas! ¡Qué guapos los rusos!: ¡Qué calor pasé!

En este Sur, que lleva por bandera la calor, negamos, mientras castañeteamos los dientes, el biruji. Vivimos tan arrecidos como incrédulos ante el hecho innegable de que aquí se pasa frío, sobre todo dentro de las casas. Desde los tiempos de Ben Sahl, hemos ido dejando para el año que viene instalar calefacción sostenible en los hogares. Pasa por loco igualmente quien no tiene aire acondicionado y quien gasta chimenea. Cierto es que por la calle no nos cae una cencellada, pero intramuros, en los lares de muchos andaluces, sucede el frío. Lo atajamos como podemos: con paños calientes (sábanas pirenaicas, pijamas de coralina -con sistema antimorbo-, zapatillas de paño) y con una mesa camilla bajo la que custodiamos el pebetero eléctrico. Devota de la bata, me falta la boina para ser Pío Baroja. Fuera luce el sol pero, dentro, una ola de frío sevillano recorre nuestras estancias, arreciando con encono en los cuartos de baño.

Lo que tiene de pobre un lugar se vislumbra en las telerías, los escaparates de barrio con su extenso surtido de braseros, los burletes para ventanas, la factura ominosa de la luz, el trajín de la bombona de butano, las paredes famélicas de los pisos. Una cosa es aclimatarse, hacerse al oraje, y otra sufrir un frío, por así decirlo, estructural. Hoy, hay personas que siguen muriendo de ello. En la escena final de Luces de Bohemia aparecen los titulares de un periódico: "El tufo de un brasero. Dos señoras asfixiadas". Tras tanta modernización, ese titular sigue siendo actual y cotidiano. ¡Ay, si el hombre del tiempo diera a diario la mínima que se registra en el interior de la casa más pobre de nuestra soleada Andalucía! Se nos ardería el alma. Como el poeta Tomás Segovia dejó dicho, "el frío algunas veces es moral".

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