EL otro día vi en la televisión las imágenes de un artilugio que han inventado para sacar energía del mar. Al contemplarlo tuve la misma reacción que ante cualquier invento interesante, pensar que era "de cajón". Elemental querido Watson, ahí estaba el mar, ahí está, esa masa colosal de agua en continuo movimiento, esa fuerza grandiosa, imparable, a nuestra disposición. Sólo había que sacarle provecho, más provecho. Y ahora sin esquilmarlo. Porque no se puede esquilmar lo inagotable, como no se puede detener lo imparable. Y el mar no se cansa nunca de contonearse.

El artilugio en cuestión parece una enorme serpiente gorda flotando en el agua. Gorda y roja. Su cuerpo cilíndrico es una estructura articulada, separada en segmentos, como esas serpientes juguete que se mueven con una mano. El agua, al moverse, pone en movimiento unos pistones que van acumulando energía. Ea, parece hasta fácil.

Hay que ver lo listo que es capaz de ser el hombre cuando se pone a ello. Realmente ingenioso el invento éste que saca luz de las olas. Así que el mar podría convertirse en un lago Ness agigantado, lleno de serpenteantes monstruos. Monstruos que, a diferencia del escocés, no serán nada esquivos sino más bien exhibicionistas, pues estarán siempre visibles. Así que espero que no los coloquen cerca de las costas.

Cuando la gente se pone agorera y empieza a decir que estamos destruyendo el planeta y que el mundo se va a acabar, siempre pienso que su pesimismo está injustificado. Viendo inventos como éste que permite a las olas encender bombillas, ¿Como no voy a confiar en el ser humano para dar con la solución a los problemas? ¿Cómo me voy a preocupar, como hace tanta gente, pensando que mis nietos no van a tener futuro? El hombre puede, estoy convencida. Lo mueven olas de luz que van iluminando la negrura de la incertidumbre y la adversidad.

Pero a ver si viene pronto alguien, capaz de encender la bombillita que disipe las tinieblas de la crisis.