La enmienda a la totalidad de ERC a los presupuestos de Sánchez no se la cree nadie. No se la cree nadie como enmienda. Como órdago, claro que nos la creemos. Aunque sea increíble, porque los chantajes, para funcionar como mandan el Padrino y otros profesionales del sector, tienen que ser lo más implícitos y sutiles posible. Un chantaje con luz y taquígrafos está pidiendo a gritos el gesto de dignidad mínima de rechazarlo. Quien chantajea a las claras puede querer dos cosas: o que le nieguen lo que pide, para ponerse la medalla de que lo pidió, o, además de conseguirlo, en vez de agradecerlo, destruir moralmente al que cede al órdago.

Lógico que el nacionalismo quiera, más allá de llenar la buchaca, hacer una demostración de fuerza y doblegar a "Madrit". Más raro es que Sánchez se avenga a doblegarse por unos meses más en La Moncloa. Nada desmiente tanto las encuestas de Tezanos como la capacidad de arrastre de Sánchez ante los nacionalistas para alargar su estancia (carísima) en el palacio presidencial.

Su miedo a las elecciones es cerval. Si diese un golpe en la mesa y vendiese a la opinión pública que vamos a votar porque no piensa ceder un ápice (más) a los nacionalismos excluyentes, podría ganar mucho terreno electoral perdido. Y socavar el margen de crecimiento de Vox, de Ciudadanos y del PP. ¿Estoy queriendo decir que una parte significativa del electorado olvidaría como por ensalmo tantísima cesión y tanto acercamiento a los independentistas? Sí, eso afirmo, aunque no me guste nada. Pero yo no tengo dominio sobre la memoria del electorado y me la conozco. Un buen golpe de efecto, y Sánchez aprovecharía el cambio de vientos gracias a la amnesia histórica.

Es una suerte, por tanto, que la famosa audacia de Pedro Sánchez siempre se le vaya en aliarse con los mismos y, sobre todo, contra los mismos. Su cintura no le da para una finta a la izquierda radical ni a los nacionalismos independentistas. De manera que hará lo posible y, más que nada, lo imposible (porque ya estamos en el campo de lo imposible) para conseguir los votos de ERC y de Puigdemont, de Bildu y, además, del PNV.

Como estos chantajes han sido tan estentóreos, va a quedar como Cagancho en Almagro. No parece importarle. El batacazo de los barones autonómicos en mayo va a ser tremendo. Tampoco parece importarle. Lo verá desde La Moncloa, que debe de tener, a lo que se ve, unas vistas excelentes.

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