Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Orgullo y prejuicio

El Día del Orgullo es un evento turístico de nivel. Con la excusa de reivindicar los derechos de los homosexuales, tiene lugar una gran concentración de personas que consumen hoteles, restaurantes, copas y lo que haga alta, porque el turista del Orgullo es alguien que no sólo quiere pasarlo bien con el plus de diversión que lo gay les aporta, sino que va con billetes. Los tenga -los billetes- en mayor o menor medida, porque aunque se valora, en nuestro entorno, que la renta de los homosexuales es ampliamente superior a la de los heterosexuales, cualquier homo o hetero tieso que le apetezca reservará unos eurillos para ir a disfrutar del Día del Orgullo en Madrid. Un pelotazo turístico. Un festival urbano de gran magnitud económica.

Hay que alegrarse de que quien quiera haga lo que quiera sin molestar. Hay que alegrarse -o sin más, no juzgar- de que la gente se divierta. También hay que alegrarse de que salga en la tele el juez de la Audiencia Nacional Grande-Marlaska, todo estupendo, participando en este día con causa. Que la anécdota de quienes hacen ostentación de su condición sexual con mayor o menor gusto -para gusto, los colores- dé paso a una multitud en general respetuosa y gozosa que se lo pasa bien. Sin salpicar o molestar más que un festival veraniego tecno, un partido de fútbol cada quince días, el botellón dos días en semana o una romería. El evento siempre tiene efectos colaterales. Hoy por ti, mañana por mí.

Lo mejor de todo es que la reivindicación haya dado paso a la diversión. Y a la economía turística, el sucedáneo salvador de la industria, los servicios avanzados o la tecnología. En el mismo informativo en el que habla Grande-Marlaska, vemos a manifestantes de barrios madrileños como Usera o Valdemoro que reclaman con pancartas que el Día del Orgullo homosexual "se descentralice". Que se repartan sus benéficos efectos económicos en sus distritos. Todos quieren estar orgullosos de ser tolerantes. Me recuerda a las controversias de si tal itinerario del Camino de Santiago pasa por este pueblo o por aquel otro. Que el Día -o la Semana- del Orgullo sea un acontecimiento que provoca deseos rivales entre municipios y distritos es la más reconfortante prueba de la normalidad de una condición sexual que, allá cada uno, es la que es. Cabe proponer que dada tanta alegría y normalidad, en vez de Orgullo, una vez superado el prejuicio, la celebración en cuestión se llame de otra forma menos perdedora. Pero la marca Orgullo está consolidada. A divertirse, chavales, y chavalas.

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